
Una chica mala 3 (Capitulo Navidad)
El infierno como el cielo es algo cambiante sin una forma definida, ya que su aspecto y su funcionamiento varía en función de quien lo visita. Se dice que las almas puras o las que han hecho buenas acciones, van al cielo donde son recompensadas con una existencia plena y llena de júbilo hasta el momento de su reencarnación. Pero a pesar de lo que muchos puedan pensar, el infierno no recompensa a aquellos que durante su vida hacen maldades y manchan su alma, sino que al ser enviados a este lugar, son castigados sin piedad hasta el momento que sus pecados se consideran purgados, y entonces como ocurre en el cielo, son enviados al gran ciclo vital donde se reencarnaran.
Valdimora es un súcubo como muchos ya sabréis, aunque su forma de hacer las cosas quizás no sea lo establecido, pero como ocurre muchas veces, uno hace las cosas que le han enseñado, de la forma que uno aprende a hacerlas, o en todo caso, como más cómodo se sienta haciéndolo.
Aun así, como muchos de vosotros ya habréis notado, hay un halo de misterio que siempre la rodea, ya que hay parte de su pasado que ella misma por alguna razón ha olvidado. Así mismo, su aspecto dicta mucho de sus semejantes que la miran con recelo, no solo por sus extraordinarias virtudes y físico exuberante, sino también por el férreo muro que aquellos que la protegen en todo momento siempre levantan a su alrededor.
La navidad ha llegado a los dominios más temidos por todos los mortales, y mientras la mayoría de los demonios y demás fauna se encarga de sus peculiares tareas, los más próximos a la casa de Valdimora, la miran sorprendidos y extrañados, ya que la escuchan cantando.
-¿Qué es lo que le pasa hoy a la señora? –Pregunta Cascalino al espejo, ya que este extrañamente se encontraba fuera de la habitación de Valdimora.
-Si te digo la verdad… No tengo ni la más remota idea. Desde que se ha despertado hoy, a puesto patas arriba toda su habitación, tanto es así que como puedes ver, hasta a mí me ha sacado.
-¿Pero te ha dicho algo al respecto? –Vuelve a preguntar Cascalino, colocándose junto al espejo y mirando la puerta de la habitación de Valdimora-. No he podido verla hoy, y lo único que sé es que esta ahí dentro, ya que la oigo tararear y silbar algún tipo de melodía.
-Creo que es la Navidad.
-¿La Navidad? –Expresa Cascalino visiblemente extrañado-. No recuerdo que anteriormente ella mostrara algún interés por ello. ¿Crees que puede estar recordando alguna cosa?
-No lo sé, pero dependiendo de cómo se desarrollen las cosas, quizás hoy sea un buen momento para que le entregues aquello.
-Espera espera espera. –Replicó Cascalino con cara de sorpresa mirando al espejo-. ¿En serio crees que es buena idea que…?
En ese momento, la puerta se abrió, lo que interrumpió a Cascalino y provocó que se volviera para mirar. Valdimora entonces apareció tarareando una canción navideña ataviada como toda una Mama Noel de pronunciado escote que robaría el alma a cualquiera, y toda risueña se acercó a sus amigos.
-Feliz Navidad a los dos. –Le indicó Valdimora a ambos, dando un beso en el cristal del espejo, dejando sus labios bien marcados, y seguidamente agarrando a Cascalino y alzándolo ante ella, besándolo también en una mejilla.
-Mi… Mi señora. ¿Se encuentra bien? –Tartamudeó Cascalino visiblemente nervioso mirándola de los pies a la cabeza, sin poder evitar quedarse con la mirada fija en los pechos de ella.
-La verdad es que me siento muy bien. –Contestó Valdimora dejando a Cascalino en el suelo y seguidamente colocando las manos en su cintura antes de mirarlo-. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan animada, y esta mañana me desperté nostálgica.
-¿Qué recuerdos tienes de cuando eras una niña mortal? –Preguntó el espejo.
-No muchos la verdad. –Comentó Valdimora sentándose en el suelo ante ellos, y seguidamente agarrando a Cascalino y abrazándolo contra su pecho como si fuera un peluche, provocando que este se pusiera colorado-. Recuerdo vagamente algunas imágenes de una navidad que pasé con mis padres. De algún modo, la felicidad que en aquel entonces yo sentía, ahora ha regresado y eso generó ese sentimiento de nostalgia. No sé. Quizás sea una tontería así que no me hagáis mucho caso.
-No creo que sea una tontería, Valdimora. Le indicó el espejo-. Al fin y al cabo, hoy has estado muy animada y en cierto modo, feliz, lo que en verdad me alegra, ya que pocas veces te he visto sonreír de esa forma. Lo único que me tiene intrigado, es que has estado haciendo todo el día ahí dentro.
-Bueno… Consideré que no me hacía mal dejarme llevar por esa sensación reencontrada así que…
Diciendo esto, se incorporó soltando suavemente a Cascalino y situándose tras el espejo, lo empujó lentamente de regreso a su habitación.
-Vaya… -Expresó el espejo sorprendido-. En verdad que has estado ocupada, y no voy a preguntar de dónde has sacado todo esto.
Cascalino y el espejo miraron a su alrededor sorprendidos de como Valdimora no solo había decorado su habitación, sino que la misma, había sido alterada para que pareciera el clásico salón de una casa con su chimenea y su árbol de navidad, aunque este en vez de tener bolas de colores, tenía almas que centelleaban.
-¿Qué es eso? –Preguntó Cascalino mirando un grupo de regalos que había a los pies del árbol.
-En la superficie la navidad se celebra de muchas formas, pero para los niños, es la época del año más esperada, ya que santa Claus les traerá regalos si han sido buenos, y en la mañana del 25 de diciembre, los encontraran a los pies del árbol de navidad de su casa. ¿Tú has sido bueno Cascalino? –Le preguntó Valdimora sonriendo colocándose de cuclillas ante él.
-Esto… Mi señora. Lanzarle esa pregunta a un demonio, aunque sea un diablillo de bajo nivel como yo, es un tanto insólito. –Le indicó Cascalino ladeando la cabeza sin dejar de mirarla.
-Yo sé que a tu modo has sido un buen chico, así que… -Le indicó Valdimora acercándose a los regalos y cogiendo uno antes de regresar nuevamente con Cascalino-. Toma, este es para ti.
-Mi señora. –Expresó Cascalino sorprendido cogiendo el regalo-. No… No sé qué decir.
-Tú solo acéptalo. Espero que te guste.
Intrigado y lleno de impaciencia, Cascalino arrancó el envoltorio por ver que contenía la caja, y con sorpresa encontró en el interior un lustroso collar piel que Valdimora agarró y seguidamente le colocó alrededor de su cuello.
-Es de auténtico cuero de demonio mayor, así que este será mucho más resistente que los últimos que has llevado. –Le indicó Valdimora mientras este se veía a si mismo ante el espejo.
-Muchas gracias, mi señora. –Expresó Cascalino volviéndose hacia ella-. De verdad que esto es algo que no me esperaba.
-¿Te gusta? –Le preguntó Valdimora agachándose ante él.
-Claro que sí, mi señora. Lo cuidaré bien.
-Estoy segura que así lo harás. Esto… Solo una cosa más. –Expresó Valdimora ladeando la cabeza y rascándose la mejilla con un dedo mientras lo miraba-. No lo enseñes mucho por ahí fuera, ya que no creo que le haga mucha gracia a quien le arranque ese trozo de cuero, el ver donde ha acabado.
-Oh. ¿Es de alguien que yo conozca? –Preguntó Cascalino intrigado.
-Seguramente ya que se dé buena tinta que se metía contigo.
-La lista de demonios que se propasan conmigo es larga, pero me alegra aún más, saber que uno de ellos ha sido castigado.
-Ejem. –Carraspeó el espejo para llamar la atención-. Cascalino.
-¿Qué? –Preguntó este volviéndose-. Ah, ya. Discúlpeme mi señora, ahora vengo. –Le indicó a Valdimora antes de salir a toda velocidad.
-¿A dónde ha ido? –Preguntó extrañada Valdimora mirando hacia el exterior de la habitación.
-A traerte algo. –Respondió el espejo-. Mmm… Aprovechando estos segundos que estaremos solos tu y yo y siendo consciente dé que no te gusta hablar de ello… ¿De verdad que no tienes ningún recuerdo alegre de tu padre?
-Te lo he dicho muchas veces. No entiendo como alguien como él, que fue un mal nacido con mi madre, pudo ser bueno en algo, como tú tantas veces has intentado decirme. Además, sabes bien que perdí la mayoría de los recuerdos de aquel entonces.
-Pero hoy parece que algo recordaste o todo esto no se te habría ocurrido.
-No es que recordara propiamente dicho… -Expresó Valdimora llevándose una mano a la cabeza-. Solo diré que fue algo muy extraño que ni yo misma entiendo.
-Discúlpeme mi señora. –Expresó Cascalino regresando nuevamente a la carrera, con lo que parecía un pequeño joyero en las manos.
-¿Que traes ahí? –Preguntó Valdimora intrigada mirándolo.
-Algo que le pertenece, mi señora. –Le indicó Cascalino bajando la cabeza y abriendo el joyero de cara a ella, mostrando en su interior, un guardapelo de plata muy adornado.
-Este guardapelo… -Susurró Valdimora cogiéndolo y mirándolo en silencio por varios segundos.
En ese momento, Valdimora se llevó una mano a la cara cubriendo su frente, ya que con varios y agudos pinchazos, su mente recibió flashes de numerosos recuerdos que recuperó inesperadamente. En ellos, se veía muy joven en compañía de sus padres, y como todos risueños, jugaban con ella ante una chimenea mientras ella abría los regalos de navidad. En contra partida de todo lo que ella creía o recordaba, su padre se mostraba muy cariñoso y atento no solo con ella, sino también con su madre, que lo miraba claramente enamorada.
-¡Mi señora! –Exclamó Cascalino preocupado al verla tambalearse y seguidamente hincar una rodilla-. ¿Se encuentra bien?
-Estoy… Estoy bien. –Expresó Valdimora sacudiendo la cabeza-. Este colgante era de mi madre. Lo recuerdo. –Le indicó mirando el guardapelo y manipulándolo para descubrir su interior-. Ahora lo recuerdo.
En el interior, Valdimora encontró una fotografía de sus padres, y en medio de ellos, se encontraba ella con pocos años de edad, siendo abrazada por ambos mientras los tres sonreían.
-Cascalino. Tu… Tú velabas por mí junto a mi cuna. –Expresó Valdimora, recordando vagamente ese evento.
-Sí, mi señora. –Expresó Cascalino hincando una rodilla ante ella y bajando lentamente la cabeza-. Fui el leal sirviente de su madre por muchos años, y como le prometí el día que usted nació, siempre la protegería de todo mal, y velaría por usted en todo lo que pudiera.
-Ahora entiendo por qué siempre me he sentido a gusto y segura contigo. –Expresó Valdimora acariciándole la cabeza y seguidamente sentándose y reclinándose hacia atrás, colocando las manos en el suelo a su espalda-. Ahora entiendo muchas cosas….
-Valdimora. Hay mucho que no sabes o que se te ha ocultado, pero va siendo hora que poco a poco descubras toda la verdad, ahora que tus recuerdos no solo están regresando, sino que también se está rompiendo el hechizo que alteraba los pocos que tenías. –Le indicó el espejo.
-Ha… Ha ha… Ahora mismo me siento como si mi vida aquí, hubiera sido toda una mentira. –Expresó Valdimora sentándose bien y bajando levemente la cabeza.
Cascalino que nunca la perdía de vista, se percató de que un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas de Valdimora, y cuando estas cayeron, se apresuró a recogerlas con un paño que rápidamente se sacó de una bolsita de piel que siempre llevaba.
-Mi señora. –Expresó Cascalino preocupado, extendiendo una mano hacia ella con intención de tocarla, pero deteniéndose antes de rozarla-. Y luego dicen que los demonios no lloramos.
-Estoy bien, no te preocupes. –Le indicó Valdimora alzando la cabeza y mirada, tras lo que tomó profundamente aliento y seguidamente miró sonriendo a su fiel sirviente-. Vosotros dos sois mis mejores amigos. Quizás los únicos que tengo, y ahora veo que seguramente no os he tratado en ocasiones como debería.
-Las circunstancias y los eventos lo marcan todo, así que no te preocupes. –Le indicó el espejo-. Ahora tranquilízate y ve a por algo para ponerte cómoda, que tenemos mucho de lo que hablar.
-Está bien. –Expresó Valdimora incorporándose y marchándose a buscar un cojín para el suelo, que ella tenía por allí.
En cuanto ella se alejó de sus amigos, Cascalino miró el paño donde había recogido las lágrimas, y con asombro observó cómo estas se habían cristalizado y relucían como diamantes.
-Guárdalas ya que son más que un tesoro. –Le indicó el espejo.
-Ya estoy aquí. –Enunció Valdimora tomando asiento frente a ellos, al tiempo que Cascalino se apresuraba a guardar el paño en su bolsa, percatándose ella de la cara de sorpresa que tenía-. ¿Estás bien?
-Sí, mi señora. Todo va… -Fue a decirle Cascalino, cuando sin esperarlo Valdimora se inclinó hacia él, y agarrándolo, lo volteó y abrazó contra su pecho. ¿Mi señora? –Expresó extrañado y estremecido, notando los pechos de ella sobre su cabeza.
-Mi pequeño guardián, ¿eh? –Comentó Valdimora acariciándole la cabeza-. Feliz Navidad a los dos.
-Feliz navidad a ti también. -Expresaron al unísono sus amigos.
Valdimora había descubierto que mucho de lo que creía conocer eran mentiras, y ahora que sus recuerdos estaban regresando y restaurándose, sus amigos finalmente podían contarle la verdad sobre lo ocurrido.
Valdimora es un súcubo como muchos ya sabréis, aunque su forma de hacer las cosas quizás no sea lo establecido, pero como ocurre muchas veces, uno hace las cosas que le han enseñado, de la forma que uno aprende a hacerlas, o en todo caso, como más cómodo se sienta haciéndolo.
Aun así, como muchos de vosotros ya habréis notado, hay un halo de misterio que siempre la rodea, ya que hay parte de su pasado que ella misma por alguna razón ha olvidado. Así mismo, su aspecto dicta mucho de sus semejantes que la miran con recelo, no solo por sus extraordinarias virtudes y físico exuberante, sino también por el férreo muro que aquellos que la protegen en todo momento siempre levantan a su alrededor.
La navidad ha llegado a los dominios más temidos por todos los mortales, y mientras la mayoría de los demonios y demás fauna se encarga de sus peculiares tareas, los más próximos a la casa de Valdimora, la miran sorprendidos y extrañados, ya que la escuchan cantando.
-¿Qué es lo que le pasa hoy a la señora? –Pregunta Cascalino al espejo, ya que este extrañamente se encontraba fuera de la habitación de Valdimora.
-Si te digo la verdad… No tengo ni la más remota idea. Desde que se ha despertado hoy, a puesto patas arriba toda su habitación, tanto es así que como puedes ver, hasta a mí me ha sacado.
-¿Pero te ha dicho algo al respecto? –Vuelve a preguntar Cascalino, colocándose junto al espejo y mirando la puerta de la habitación de Valdimora-. No he podido verla hoy, y lo único que sé es que esta ahí dentro, ya que la oigo tararear y silbar algún tipo de melodía.
-Creo que es la Navidad.
-¿La Navidad? –Expresa Cascalino visiblemente extrañado-. No recuerdo que anteriormente ella mostrara algún interés por ello. ¿Crees que puede estar recordando alguna cosa?
-No lo sé, pero dependiendo de cómo se desarrollen las cosas, quizás hoy sea un buen momento para que le entregues aquello.
-Espera espera espera. –Replicó Cascalino con cara de sorpresa mirando al espejo-. ¿En serio crees que es buena idea que…?
En ese momento, la puerta se abrió, lo que interrumpió a Cascalino y provocó que se volviera para mirar. Valdimora entonces apareció tarareando una canción navideña ataviada como toda una Mama Noel de pronunciado escote que robaría el alma a cualquiera, y toda risueña se acercó a sus amigos.
-Feliz Navidad a los dos. –Le indicó Valdimora a ambos, dando un beso en el cristal del espejo, dejando sus labios bien marcados, y seguidamente agarrando a Cascalino y alzándolo ante ella, besándolo también en una mejilla.
-Mi… Mi señora. ¿Se encuentra bien? –Tartamudeó Cascalino visiblemente nervioso mirándola de los pies a la cabeza, sin poder evitar quedarse con la mirada fija en los pechos de ella.
-La verdad es que me siento muy bien. –Contestó Valdimora dejando a Cascalino en el suelo y seguidamente colocando las manos en su cintura antes de mirarlo-. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan animada, y esta mañana me desperté nostálgica.
-¿Qué recuerdos tienes de cuando eras una niña mortal? –Preguntó el espejo.
-No muchos la verdad. –Comentó Valdimora sentándose en el suelo ante ellos, y seguidamente agarrando a Cascalino y abrazándolo contra su pecho como si fuera un peluche, provocando que este se pusiera colorado-. Recuerdo vagamente algunas imágenes de una navidad que pasé con mis padres. De algún modo, la felicidad que en aquel entonces yo sentía, ahora ha regresado y eso generó ese sentimiento de nostalgia. No sé. Quizás sea una tontería así que no me hagáis mucho caso.
-No creo que sea una tontería, Valdimora. Le indicó el espejo-. Al fin y al cabo, hoy has estado muy animada y en cierto modo, feliz, lo que en verdad me alegra, ya que pocas veces te he visto sonreír de esa forma. Lo único que me tiene intrigado, es que has estado haciendo todo el día ahí dentro.
-Bueno… Consideré que no me hacía mal dejarme llevar por esa sensación reencontrada así que…
Diciendo esto, se incorporó soltando suavemente a Cascalino y situándose tras el espejo, lo empujó lentamente de regreso a su habitación.
-Vaya… -Expresó el espejo sorprendido-. En verdad que has estado ocupada, y no voy a preguntar de dónde has sacado todo esto.
Cascalino y el espejo miraron a su alrededor sorprendidos de como Valdimora no solo había decorado su habitación, sino que la misma, había sido alterada para que pareciera el clásico salón de una casa con su chimenea y su árbol de navidad, aunque este en vez de tener bolas de colores, tenía almas que centelleaban.
-¿Qué es eso? –Preguntó Cascalino mirando un grupo de regalos que había a los pies del árbol.
-En la superficie la navidad se celebra de muchas formas, pero para los niños, es la época del año más esperada, ya que santa Claus les traerá regalos si han sido buenos, y en la mañana del 25 de diciembre, los encontraran a los pies del árbol de navidad de su casa. ¿Tú has sido bueno Cascalino? –Le preguntó Valdimora sonriendo colocándose de cuclillas ante él.
-Esto… Mi señora. Lanzarle esa pregunta a un demonio, aunque sea un diablillo de bajo nivel como yo, es un tanto insólito. –Le indicó Cascalino ladeando la cabeza sin dejar de mirarla.
-Yo sé que a tu modo has sido un buen chico, así que… -Le indicó Valdimora acercándose a los regalos y cogiendo uno antes de regresar nuevamente con Cascalino-. Toma, este es para ti.
-Mi señora. –Expresó Cascalino sorprendido cogiendo el regalo-. No… No sé qué decir.
-Tú solo acéptalo. Espero que te guste.
Intrigado y lleno de impaciencia, Cascalino arrancó el envoltorio por ver que contenía la caja, y con sorpresa encontró en el interior un lustroso collar piel que Valdimora agarró y seguidamente le colocó alrededor de su cuello.
-Es de auténtico cuero de demonio mayor, así que este será mucho más resistente que los últimos que has llevado. –Le indicó Valdimora mientras este se veía a si mismo ante el espejo.
-Muchas gracias, mi señora. –Expresó Cascalino volviéndose hacia ella-. De verdad que esto es algo que no me esperaba.
-¿Te gusta? –Le preguntó Valdimora agachándose ante él.
-Claro que sí, mi señora. Lo cuidaré bien.
-Estoy segura que así lo harás. Esto… Solo una cosa más. –Expresó Valdimora ladeando la cabeza y rascándose la mejilla con un dedo mientras lo miraba-. No lo enseñes mucho por ahí fuera, ya que no creo que le haga mucha gracia a quien le arranque ese trozo de cuero, el ver donde ha acabado.
-Oh. ¿Es de alguien que yo conozca? –Preguntó Cascalino intrigado.
-Seguramente ya que se dé buena tinta que se metía contigo.
-La lista de demonios que se propasan conmigo es larga, pero me alegra aún más, saber que uno de ellos ha sido castigado.
-Ejem. –Carraspeó el espejo para llamar la atención-. Cascalino.
-¿Qué? –Preguntó este volviéndose-. Ah, ya. Discúlpeme mi señora, ahora vengo. –Le indicó a Valdimora antes de salir a toda velocidad.
-¿A dónde ha ido? –Preguntó extrañada Valdimora mirando hacia el exterior de la habitación.
-A traerte algo. –Respondió el espejo-. Mmm… Aprovechando estos segundos que estaremos solos tu y yo y siendo consciente dé que no te gusta hablar de ello… ¿De verdad que no tienes ningún recuerdo alegre de tu padre?
-Te lo he dicho muchas veces. No entiendo como alguien como él, que fue un mal nacido con mi madre, pudo ser bueno en algo, como tú tantas veces has intentado decirme. Además, sabes bien que perdí la mayoría de los recuerdos de aquel entonces.
-Pero hoy parece que algo recordaste o todo esto no se te habría ocurrido.
-No es que recordara propiamente dicho… -Expresó Valdimora llevándose una mano a la cabeza-. Solo diré que fue algo muy extraño que ni yo misma entiendo.
-Discúlpeme mi señora. –Expresó Cascalino regresando nuevamente a la carrera, con lo que parecía un pequeño joyero en las manos.
-¿Que traes ahí? –Preguntó Valdimora intrigada mirándolo.
-Algo que le pertenece, mi señora. –Le indicó Cascalino bajando la cabeza y abriendo el joyero de cara a ella, mostrando en su interior, un guardapelo de plata muy adornado.
-Este guardapelo… -Susurró Valdimora cogiéndolo y mirándolo en silencio por varios segundos.
En ese momento, Valdimora se llevó una mano a la cara cubriendo su frente, ya que con varios y agudos pinchazos, su mente recibió flashes de numerosos recuerdos que recuperó inesperadamente. En ellos, se veía muy joven en compañía de sus padres, y como todos risueños, jugaban con ella ante una chimenea mientras ella abría los regalos de navidad. En contra partida de todo lo que ella creía o recordaba, su padre se mostraba muy cariñoso y atento no solo con ella, sino también con su madre, que lo miraba claramente enamorada.
-¡Mi señora! –Exclamó Cascalino preocupado al verla tambalearse y seguidamente hincar una rodilla-. ¿Se encuentra bien?
-Estoy… Estoy bien. –Expresó Valdimora sacudiendo la cabeza-. Este colgante era de mi madre. Lo recuerdo. –Le indicó mirando el guardapelo y manipulándolo para descubrir su interior-. Ahora lo recuerdo.
En el interior, Valdimora encontró una fotografía de sus padres, y en medio de ellos, se encontraba ella con pocos años de edad, siendo abrazada por ambos mientras los tres sonreían.
-Cascalino. Tu… Tú velabas por mí junto a mi cuna. –Expresó Valdimora, recordando vagamente ese evento.
-Sí, mi señora. –Expresó Cascalino hincando una rodilla ante ella y bajando lentamente la cabeza-. Fui el leal sirviente de su madre por muchos años, y como le prometí el día que usted nació, siempre la protegería de todo mal, y velaría por usted en todo lo que pudiera.
-Ahora entiendo por qué siempre me he sentido a gusto y segura contigo. –Expresó Valdimora acariciándole la cabeza y seguidamente sentándose y reclinándose hacia atrás, colocando las manos en el suelo a su espalda-. Ahora entiendo muchas cosas….
-Valdimora. Hay mucho que no sabes o que se te ha ocultado, pero va siendo hora que poco a poco descubras toda la verdad, ahora que tus recuerdos no solo están regresando, sino que también se está rompiendo el hechizo que alteraba los pocos que tenías. –Le indicó el espejo.
-Ha… Ha ha… Ahora mismo me siento como si mi vida aquí, hubiera sido toda una mentira. –Expresó Valdimora sentándose bien y bajando levemente la cabeza.
Cascalino que nunca la perdía de vista, se percató de que un par de lágrimas se deslizaron por las mejillas de Valdimora, y cuando estas cayeron, se apresuró a recogerlas con un paño que rápidamente se sacó de una bolsita de piel que siempre llevaba.
-Mi señora. –Expresó Cascalino preocupado, extendiendo una mano hacia ella con intención de tocarla, pero deteniéndose antes de rozarla-. Y luego dicen que los demonios no lloramos.
-Estoy bien, no te preocupes. –Le indicó Valdimora alzando la cabeza y mirada, tras lo que tomó profundamente aliento y seguidamente miró sonriendo a su fiel sirviente-. Vosotros dos sois mis mejores amigos. Quizás los únicos que tengo, y ahora veo que seguramente no os he tratado en ocasiones como debería.
-Las circunstancias y los eventos lo marcan todo, así que no te preocupes. –Le indicó el espejo-. Ahora tranquilízate y ve a por algo para ponerte cómoda, que tenemos mucho de lo que hablar.
-Está bien. –Expresó Valdimora incorporándose y marchándose a buscar un cojín para el suelo, que ella tenía por allí.
En cuanto ella se alejó de sus amigos, Cascalino miró el paño donde había recogido las lágrimas, y con asombro observó cómo estas se habían cristalizado y relucían como diamantes.
-Guárdalas ya que son más que un tesoro. –Le indicó el espejo.
-Ya estoy aquí. –Enunció Valdimora tomando asiento frente a ellos, al tiempo que Cascalino se apresuraba a guardar el paño en su bolsa, percatándose ella de la cara de sorpresa que tenía-. ¿Estás bien?
-Sí, mi señora. Todo va… -Fue a decirle Cascalino, cuando sin esperarlo Valdimora se inclinó hacia él, y agarrándolo, lo volteó y abrazó contra su pecho. ¿Mi señora? –Expresó extrañado y estremecido, notando los pechos de ella sobre su cabeza.
-Mi pequeño guardián, ¿eh? –Comentó Valdimora acariciándole la cabeza-. Feliz Navidad a los dos.
-Feliz navidad a ti también. -Expresaron al unísono sus amigos.
Valdimora había descubierto que mucho de lo que creía conocer eran mentiras, y ahora que sus recuerdos estaban regresando y restaurándose, sus amigos finalmente podían contarle la verdad sobre lo ocurrido.
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