
Esta es una historia que se me ocurrió hace tiempo. El título surgió porque de alguna extraña forma mi cerebro mezcló un Lobo con los cristales azules de Breaking Bad.
Es la primera vez que no escribo ningún diálogo. Traté de manejar todo de una forma narrativa.
Esta es mi segunda historia original (no cuento los fanfics en esa categoría) y estoy bastante conforme con el resultado. Sirve como una especie de introducción al concepto de "Silva aeternam" que es mi visión del Paraíso/Cielo/como lo quieran llamar.
Se aceptan comentarios.
Cuenta la leyenda que existía un humano perteneciente a la nobleza. No se sabe de dónde era, ni cuál era su nombre. Se cree que era un Lord o inclusive, un Príncipe. Pero lo que sí se sabe con certeza, es que no era feliz entre los de su propia especie.
¿Por qué? Nadie lo supo. Algunos dicen que las personas se le hacían aburridas y monótonas. Otros dicen que tuvo una experiencia traumática siendo niño, y que eso lo dejó marcado. La única amiga que tuvo siempre, fue la Luna. A ese astro que flota sobre nosotros le contaba todos sus secretos. Y llegó a asegurar que la Luna le contestaba.
Una noche, le pidió a la Luna que le quitara el tormento de ser humano. Habló con ella toda la noche, pero la Luna no contestaba. Fue hasta que el sol comenzaba a aparecer por el horizonte, cuando la Luna decidió contestarle. Le dijo que en Octubre, cuando se presentara en su máximo esplendor, debía ir al bosque que rodeaba a su castillo, y que debía dirigirse a un río que había en esa zona. El muchacho preguntó por mas indicaciones, pero la Luna se desvaneció dándole paso al astro Rey.
El muchacho pasó el resto de las noches sin hablar con su amiga. Sabía que ella era testaruda y que ya no le contestaría a sus preguntas. Y una vez llegada esa ansiada noche de Octubre, el joven se dirigió al bosque, acompañado solo por un mapa. No necesitaba luz alguna, pues la Luna lo alumbraba. Con la ayuda de su mapa encontró el río que la Luna le había indicado, y buscó un sitio donde los árboles no cubrieran la visión de su amiga. Una vez la tuvo descubierta, le preguntó por más detalles. Fue entonces cuando la Luna le habló como nunca antes lo había hecho.
La luz de la Luna se intensificó, y frente a él apareció una mujer completamente blanca y con un brillo sobrenatural. Era delgada, y su cabello le llegaba hasta los tobillos. Sus ojos eran los únicos que tenían color, siendo éstos grises. Estaba completamente desnuda.
Le dijo que ella era la Luna, y que había descendido para ayudarlo con su deseo. El joven la contempló embelesado por un momento. Era la mujer más hermosa que jamás había visto. La Luna le dijo que si quería dejar de ser humano, debería renunciar a todo lo que tenía. El joven accedió y la Luna entonces le pidió que se quitara toda la ropa. El joven la contempló atónito por unos momentos, pero al ver que ella se impacientaba la obedeció. Con manos temblorosas se retiró su sombrero y su calzado. Se quitó los calcetines y los dejó dentro de sus botines. Se quitó el chaleco y su camisa. Finalmente, y con mucho pudor, se quitó los pantalones y la ropa interior, dejando todas sus prendas acomodadas junto a un árbol.
El joven se sentía muy avergonzado por estar así frente a semejante belleza, y sentía que la sangre le quería jugar una mala broma, yendo hacía una parte de su cuerpo donde definitivamente le causaría mucha vergüenza. Pero la Luna solo sonrió complacida al ver que el joven la había obedecido, y le indicó que se inclinara sobre el río, y metiera la cara en él para beber. El joven la volvió a mirar confundido, pero la obedeció sin rechistar. Se colocó sobre sus rodillas, y recargándose en sus manos como si fuera un animal de cuatro patas, dejando que su pecho casi tocara la tierra, hundió su cabeza en la corriente del río y bebió.
La sensación que experimentó fue indescriptible. Sintió que su cuerpo, de una altura respetable para ser humano, se reducía. Sintió que sus piernas cambiaban de forma, se acortaban y sus pies se hacían más pequeños. Sintió que su pecho y espalda se hacían menos anchos. Sintió que sus manos se reducían, junto con sus dedos. Sintió que su cara se alongaba y que algo sobre su cabeza crecía mientras que sus orejas se hacían cada vez más pequeñas. Sintió un calor en la espalda baja, como si un metal caliente le saliera de esa zona. Y finalmente sintió una comezón por todo su cuerpo, que desapareció tan rápido como llegó. Todo el proceso duró un instante, y en ningún momento sintió dolor, ni retiró la cabeza del agua.
Cuando por fin se retiró del agua, se sintió completamente diferente. No tenía piernas ni brazos, pies ni manos. Tenía patas. Sus orejas estaban sobre su cabeza, y su boca junto con su nariz eran un hocico. Tenía una cola larga que podía sentir y mover. La Luna le pidió que se acercara al río para poder ver su reflejo, y al hacerlo vio lo que su instinto ya le indicaba. Era un Lobo, de ojos amarillos con pupilas azul claro. Pero su pelaje no era gris o negro o blanco. Era azul rey, y brillaba con el brillo que su amiga producía, como si tuviera pequeños cristales. El Lobo se quedó largo rato mirándose, contemplándose, haciendo pequeños gestos y moviendo las orejas. También probó mover su cola y coordinarse para caminar en cuatro patas. Tuvo también que acostumbrarse a que su vista, su olfato y sus oídos eran más agudos.
Se sentó y miró a la Luna extrañado. ¿Por qué lo había convertido en un Lobo azul?. La Luna, sonriéndole, le contestó que era por su nobleza, y porque siempre lo consideró su amigo. Su nobleza, porque los Lobos eran los animales más nobles, y el color porque representaba la sangre que corría dentro de él. Y el hecho de que fuera su amigo influía también, puesto que todos los Lobos eran amigos de la Luna.
Sin embargo le advirtió que ya no podría acercarse a los humanos, y que los demás Lobos tampoco lo aceptarían por no ser como ellos. El Lobo le preguntó por cómo sobreviviría. La Luna le contestó mientras se arrodillaba frente a él y le acariciaba la cabeza, que viviría del sol y del agua como las plantas, y que ninguna enfermedad lo aquejaría ni el paso del tiempo le afectaría. Y que cada noche, ella estaría vigilándolo y escuchándolo, y acompañándolo en esa forma cuando se sintiera solo. Él sintió un golpe de soledad al imaginar su vida sin ningún igual a su lado, y la Luna le dijo que, cuando fuera el momento oportuno, él encontraría una Loba que lo acompañara. Y que ella le daría también a su compañera los mismos dones, para que pudieran vivir juntos eternamente, que es como todas las parejas deben vivir.
El Lobo lamió la mano de su amiga, y ella tomó su hocico entre sus manos y le dio un tierno beso en los labios. Con esa última acción la Luna se desvaneció regresando nuevamente al cielo estrellado, y él aulló enloquecido de felicidad, un agradecimiento que resonó por todo el bosque. Y hasta puede decirse que su aullido era azul.
Los años pasaron, y el Lobo quiso acercarse a una manada de Lobos, pero como la Luna le había advertido, estos lo rechazaron argumentando que no era un Lobo. Y aunque no era su intención acercarse a los humanos, llegó a cruzarse con algunos en el bosque, y estos lo admiraron por unos segundos, y después lo trataron de abatir con sus armas de fuego. Estas visiones de ese extraño ejemplar lobuno elevaron al Lobo azul a la categoría de leyenda. Muchas personas iban al bosque a buscarlo, la gran mayoría con la intención de atraparlo. Pero el Lobo era listo, y evitó todas las trampas y a todas las personas. La Luna le ayudaba también a evitar trampas y cazadores nocturnos, y en las noches en las que se sentía solo, lo acompañaba en su forma humana, caminando con él y acariciándolo.
El Lobo aullaba todas las noches de Luna llena, y cada aniversario de su nuevo nacimiento, le dedicaba un concierto de aullidos a la Luna, sentado en el mismo punto donde se había transformado. Y ella volvía a bajar en su forma humana, y pasaba con él toda esa noche, protegiéndolo de los extraños que se quisieran acercar, y disfrutando del hermoso concierto que él le dedicaba.
Un día, finalmente un cazador se encontró con él. El Lobo no lo olió, ni lo escuchó. Solo volteó y vio que le apuntaba con su arma. Era joven y su expresión era de asombro. El Lobo sabía que no tenía escapatoria, así que le habló. Y el cazador bajó su arma asombrado, pues le había entendido.
Sobre qué hablaron, no se sabe. Pero el cazador le prometió por su honor que no volvería a intentar, siquiera pensar, matarlo. Y fue así como el Lobo y el humano se hicieron amigos. El humano lo acompañaba durante el día, y la Luna lo hacía durante la noche. Y su relación de amistad duró varios años, pero el humano comenzó a frecuentar cada vez menos a su azul amigo, hasta que un día se despidió de él, diciéndole que contraería nupcias con una bella dama, y que se mudarían a una ciudad. Y el Lobo volvió a pasar los días solo.
El bosque donde habitaba también cambió. Las poblaciones que lo rodeaban comenzaron a crecer, y se vio obligado a replegarse más hacia adentro, cuidando siempre de tener una fuente de agua cerca para poder alimentarse.
Y conforme los años fueron pasando, el Lobo logró aminorar su soledad diurna. Se hizo amigo de cuervos, de conejos y hasta de un venado. A todos los conoció desde pequeños, y de todos escuchó sus últimas palabras. Y aunque la muerte de sus amigos le dolía, seguía siempre adelante. Y todas las noches compartía con la Luna lo que había aprendido de sus amigos. Y cuando no aprendía de ellos, aprendía de la naturaleza que lo rodeaba. Todos los días aprendía algo nuevo, y cada día y cada año, se hacía más sabio.
Tiempo después el Lobo conoció a otro humano. Era un ermitaño que se había replegado a las montañas para alejarse de todos, pues la sociedad lo hostigaba. Comía plantas que él mismo cosechaba, y vivía en una pequeña cabaña muy rústica, que se confundía con el paisaje. No era anciano, pero su arrugada piel y blancos cabellos reflejaban que el tiempo había pasado por ahí. Pasaba el día caminando por el bosque, y aunque había escuchado hablar de su morador más famoso, nunca tuvo interés por verlo. No había ido al bosque para ver a un fenómeno de la naturaleza. Y sin embargo, el destino se encargó de que ambos solitarios personajes se encontraran. El Lobo vio a lo lejos al humano, y el humano vio a lo lejos al Lobo. Y ambos sintieron una atracción inmediata, pues ambos eran seres que habían rehuido de los suyos. Se acercaron uno al otro, hasta que se juntaron a la mitad del camino, entre árboles y arbustos. El Lobo le habló como hiciera con el cazador, pero a diferencia de éste, el humano no se sorprendió. Se limitó a responderle, y para cuando la noche llegó los dos conversaran como si se conocieran de toda la vida. Por primera vez la Luna no habló con el Lobo, sino que vio fascinada como su amigo hablaba con otro humano. Y fue así como el Lobo volvió a aliviar su soledad, pasando los días con el ermitaño.
Pasaron varios años hasta que la Luna decidió hablar con el ermitaño también. Le pidió permiso al Lobo, y una noche que los dos hablaban como siempre hacían, la Luna entró en la conversación hablando desde su lugar en el firmamento. El humano, de nueva cuenta, no se sorprendió, sino que miró hacia donde la Luna se encontraba y le contestó con una sonrisa. Y conforme más tiempo pasaba, más fuerte se hacía la amistad entre los tres. Finalmente, el humano enfermó gravemente. Era muy anciano, y su cuerpo ya no podía soportar más la carga de la vida. La Luna le ofreció darle vida eterna como al Lobo, pero el humano rechazó la oferta. Dijo que sabía que su tiempo había llegado, y que había disfrutado cada momento en compañía del Lobo y de la Luna. No quería vivir eternamente, se conformaba con haber disfrutado el tiempo natural que había tenido de vida. Y fue así como el ermitaño murió, y el Lobo y la Luna lloraron su muerte.
No es preciso decir cuántos años habían pasado desde la muerte del ermitaño cuando Ella apareció, pero es seguro decir que con Ella, el tiempo se detuvo para el Lobo, y nunca volvió a pasar igual. Era una Loba blanca. El Lobo la había visto a lo lejos, y desde ese momento se dedicó a seguirla, pues se había enamorado de Ella. La hembra había notado algo, y con el tiempo se dio cuenta que ese mítico Lobo azul se veía a lo lejos siempre, como si la siguiera. Ella viajaba sin una manada, pues se había separado de ellos para buscar pareja. Había escuchado que ese Lobo azul no era un Lobo real, y que por eso ninguna manada lo aceptaba. Pero a Ella le parecía interesante, y cada vez que veía que él la observaba a los lejos, Ella le devolvía la mirada con una sonrisa que lo invitaba a acercarse. Sin embargo, el Lobo azul no se acercaba, y la Luna fue quien debió decirle al Lobo que si quería cortejarla, debería ir con Ella. El Lobo temía de nuevo al rechazo de uno de los suyos, pero la Luna le aseguraba que esa Loba no lo iba a rechazar, y que debía aprovechar que ambos tenían casi la misma edad. Casi, pues él era más grande que ella por un año.
Finalmente un día, el Lobo comenzó a caminar hacia Ella cuando notó que ésta le miraba, manteniéndose siempre a la vista. La Loba no se movió de su lugar, esperando a que ese extraño personaje se presentara ante Ella. Y fue así como el Lobo pudo hablar por primera vez en su larga vida, con otro Lobo. Y Ella comprendió que, si bien ese Lobo obviamente no era normal, tampoco era desagradable ni mucho menos. Rápidamente los dos Lobos se hicieron amigos. Pasaban los días y las noches juntos, platicando sobre sus experiencias en el bosque. El Lobo azul aprendió a cazar con Ella, si bien él no se alimentaba de la carne de otros animales. La Loba se extrañaba ante ese hecho, pero no le molestaba. También aprendió a jugar con Ella, pues nunca había jugado con otro Lobo, y eran juegos que diferían mucho de los que había tenido con otros animales.
Aullaban juntos en las noches, y una vez la Luna bajó en su forma humana para estar con ellos. La Loba se sorprendió, pero inmediatamente la recibió como a una vieja amiga. Como la Luna había dicho, ella era amiga de todos los Lobos.
Los días habían cambiado completamente para el Lobo desde que Ella había aparecido. No eran como los que había compartido con ese humano, o con esos otros animales, o con ese ermitaño. Estando con Ella se sentía completo. Estando con Ella se sentía un Lobo de verdad. Y estando con Ella, sentía que podría soportar cualquier cosa que el destino le pusiera en su camino. Y Ella sentía también mucho cariño por ese Lobo azul. Se sentía protegida a su lado. Sentía que podía hacer cualquier cosa mientras estuviera con él. Y realmente quería estar siempre con él.
Un día y sin planearlo, los dos Lobos se confesaron su amor. Se besaron apasionadamente, como humanos y como Lobos. Se volvieron una pareja ante los ojos del mundo, y en la noche y con aullidos, la Luna bendijo su unión. Le preguntó a la Loba si quería la vida eterna que el Lobo azul tenía, con las mismas condiciones. Ella aceptó sin dudarlo, adquiriendo ese brillo peculiar que su amante también tenía cuando era iluminado por la Luna. La Luna les advirtió que no podrían tener cachorros por más que lo intentaran, y aunque eso los entristeció un poco, lo aceptaron, pues se tendrían el uno al otro. La Luna cumplió su promesa, y ella se volvió la pareja del Lobo azul, y él, la pareja de la Loba blanca.
Y así los dos Lobos pasaron sus vidas juntos. Alimentándose del sol y del agua como las plantas. Siendo amigos de la Luna y aullando todas las noches, él con su aullido azul, y Ella con su aullido blanco. Jugando con ella hasta el amanecer. Amándose cuando querían y donde querían. Se volvieron una leyenda entre los humanos e inclusive entre los animales. Hicieron amistades y aprendieron de ellas. Evadieron cazadores y convirtieron cada uno de sus días en una aventura, donde ellos eran los protagonistas, y donde juntos resolvían todos sus problemas.
Y cuenta la leyenda que aun viven en ese bosque, que terminó convirtiéndose en la "Reserva de los Lobos amantes". Y también cuenta que, por las noches, aun se pueden escuchar sus cautivadores aullidos. Y que siempre estarán en ese bosque, y que serán ellos los últimos seres en abandonar este planeta cuando llegue a su fin, siendo recibidos por la Luna para continuar su existencia en un verde lugar que ella conoce, y que es donde descansan todos los Lobos. El Silva aeternam.
Es la primera vez que no escribo ningún diálogo. Traté de manejar todo de una forma narrativa.
Esta es mi segunda historia original (no cuento los fanfics en esa categoría) y estoy bastante conforme con el resultado. Sirve como una especie de introducción al concepto de "Silva aeternam" que es mi visión del Paraíso/Cielo/como lo quieran llamar.
Se aceptan comentarios.
Cuenta la leyenda que existía un humano perteneciente a la nobleza. No se sabe de dónde era, ni cuál era su nombre. Se cree que era un Lord o inclusive, un Príncipe. Pero lo que sí se sabe con certeza, es que no era feliz entre los de su propia especie.
¿Por qué? Nadie lo supo. Algunos dicen que las personas se le hacían aburridas y monótonas. Otros dicen que tuvo una experiencia traumática siendo niño, y que eso lo dejó marcado. La única amiga que tuvo siempre, fue la Luna. A ese astro que flota sobre nosotros le contaba todos sus secretos. Y llegó a asegurar que la Luna le contestaba.
Una noche, le pidió a la Luna que le quitara el tormento de ser humano. Habló con ella toda la noche, pero la Luna no contestaba. Fue hasta que el sol comenzaba a aparecer por el horizonte, cuando la Luna decidió contestarle. Le dijo que en Octubre, cuando se presentara en su máximo esplendor, debía ir al bosque que rodeaba a su castillo, y que debía dirigirse a un río que había en esa zona. El muchacho preguntó por mas indicaciones, pero la Luna se desvaneció dándole paso al astro Rey.
El muchacho pasó el resto de las noches sin hablar con su amiga. Sabía que ella era testaruda y que ya no le contestaría a sus preguntas. Y una vez llegada esa ansiada noche de Octubre, el joven se dirigió al bosque, acompañado solo por un mapa. No necesitaba luz alguna, pues la Luna lo alumbraba. Con la ayuda de su mapa encontró el río que la Luna le había indicado, y buscó un sitio donde los árboles no cubrieran la visión de su amiga. Una vez la tuvo descubierta, le preguntó por más detalles. Fue entonces cuando la Luna le habló como nunca antes lo había hecho.
La luz de la Luna se intensificó, y frente a él apareció una mujer completamente blanca y con un brillo sobrenatural. Era delgada, y su cabello le llegaba hasta los tobillos. Sus ojos eran los únicos que tenían color, siendo éstos grises. Estaba completamente desnuda.
Le dijo que ella era la Luna, y que había descendido para ayudarlo con su deseo. El joven la contempló embelesado por un momento. Era la mujer más hermosa que jamás había visto. La Luna le dijo que si quería dejar de ser humano, debería renunciar a todo lo que tenía. El joven accedió y la Luna entonces le pidió que se quitara toda la ropa. El joven la contempló atónito por unos momentos, pero al ver que ella se impacientaba la obedeció. Con manos temblorosas se retiró su sombrero y su calzado. Se quitó los calcetines y los dejó dentro de sus botines. Se quitó el chaleco y su camisa. Finalmente, y con mucho pudor, se quitó los pantalones y la ropa interior, dejando todas sus prendas acomodadas junto a un árbol.
El joven se sentía muy avergonzado por estar así frente a semejante belleza, y sentía que la sangre le quería jugar una mala broma, yendo hacía una parte de su cuerpo donde definitivamente le causaría mucha vergüenza. Pero la Luna solo sonrió complacida al ver que el joven la había obedecido, y le indicó que se inclinara sobre el río, y metiera la cara en él para beber. El joven la volvió a mirar confundido, pero la obedeció sin rechistar. Se colocó sobre sus rodillas, y recargándose en sus manos como si fuera un animal de cuatro patas, dejando que su pecho casi tocara la tierra, hundió su cabeza en la corriente del río y bebió.
La sensación que experimentó fue indescriptible. Sintió que su cuerpo, de una altura respetable para ser humano, se reducía. Sintió que sus piernas cambiaban de forma, se acortaban y sus pies se hacían más pequeños. Sintió que su pecho y espalda se hacían menos anchos. Sintió que sus manos se reducían, junto con sus dedos. Sintió que su cara se alongaba y que algo sobre su cabeza crecía mientras que sus orejas se hacían cada vez más pequeñas. Sintió un calor en la espalda baja, como si un metal caliente le saliera de esa zona. Y finalmente sintió una comezón por todo su cuerpo, que desapareció tan rápido como llegó. Todo el proceso duró un instante, y en ningún momento sintió dolor, ni retiró la cabeza del agua.
Cuando por fin se retiró del agua, se sintió completamente diferente. No tenía piernas ni brazos, pies ni manos. Tenía patas. Sus orejas estaban sobre su cabeza, y su boca junto con su nariz eran un hocico. Tenía una cola larga que podía sentir y mover. La Luna le pidió que se acercara al río para poder ver su reflejo, y al hacerlo vio lo que su instinto ya le indicaba. Era un Lobo, de ojos amarillos con pupilas azul claro. Pero su pelaje no era gris o negro o blanco. Era azul rey, y brillaba con el brillo que su amiga producía, como si tuviera pequeños cristales. El Lobo se quedó largo rato mirándose, contemplándose, haciendo pequeños gestos y moviendo las orejas. También probó mover su cola y coordinarse para caminar en cuatro patas. Tuvo también que acostumbrarse a que su vista, su olfato y sus oídos eran más agudos.
Se sentó y miró a la Luna extrañado. ¿Por qué lo había convertido en un Lobo azul?. La Luna, sonriéndole, le contestó que era por su nobleza, y porque siempre lo consideró su amigo. Su nobleza, porque los Lobos eran los animales más nobles, y el color porque representaba la sangre que corría dentro de él. Y el hecho de que fuera su amigo influía también, puesto que todos los Lobos eran amigos de la Luna.
Sin embargo le advirtió que ya no podría acercarse a los humanos, y que los demás Lobos tampoco lo aceptarían por no ser como ellos. El Lobo le preguntó por cómo sobreviviría. La Luna le contestó mientras se arrodillaba frente a él y le acariciaba la cabeza, que viviría del sol y del agua como las plantas, y que ninguna enfermedad lo aquejaría ni el paso del tiempo le afectaría. Y que cada noche, ella estaría vigilándolo y escuchándolo, y acompañándolo en esa forma cuando se sintiera solo. Él sintió un golpe de soledad al imaginar su vida sin ningún igual a su lado, y la Luna le dijo que, cuando fuera el momento oportuno, él encontraría una Loba que lo acompañara. Y que ella le daría también a su compañera los mismos dones, para que pudieran vivir juntos eternamente, que es como todas las parejas deben vivir.
El Lobo lamió la mano de su amiga, y ella tomó su hocico entre sus manos y le dio un tierno beso en los labios. Con esa última acción la Luna se desvaneció regresando nuevamente al cielo estrellado, y él aulló enloquecido de felicidad, un agradecimiento que resonó por todo el bosque. Y hasta puede decirse que su aullido era azul.
Los años pasaron, y el Lobo quiso acercarse a una manada de Lobos, pero como la Luna le había advertido, estos lo rechazaron argumentando que no era un Lobo. Y aunque no era su intención acercarse a los humanos, llegó a cruzarse con algunos en el bosque, y estos lo admiraron por unos segundos, y después lo trataron de abatir con sus armas de fuego. Estas visiones de ese extraño ejemplar lobuno elevaron al Lobo azul a la categoría de leyenda. Muchas personas iban al bosque a buscarlo, la gran mayoría con la intención de atraparlo. Pero el Lobo era listo, y evitó todas las trampas y a todas las personas. La Luna le ayudaba también a evitar trampas y cazadores nocturnos, y en las noches en las que se sentía solo, lo acompañaba en su forma humana, caminando con él y acariciándolo.
El Lobo aullaba todas las noches de Luna llena, y cada aniversario de su nuevo nacimiento, le dedicaba un concierto de aullidos a la Luna, sentado en el mismo punto donde se había transformado. Y ella volvía a bajar en su forma humana, y pasaba con él toda esa noche, protegiéndolo de los extraños que se quisieran acercar, y disfrutando del hermoso concierto que él le dedicaba.
Un día, finalmente un cazador se encontró con él. El Lobo no lo olió, ni lo escuchó. Solo volteó y vio que le apuntaba con su arma. Era joven y su expresión era de asombro. El Lobo sabía que no tenía escapatoria, así que le habló. Y el cazador bajó su arma asombrado, pues le había entendido.
Sobre qué hablaron, no se sabe. Pero el cazador le prometió por su honor que no volvería a intentar, siquiera pensar, matarlo. Y fue así como el Lobo y el humano se hicieron amigos. El humano lo acompañaba durante el día, y la Luna lo hacía durante la noche. Y su relación de amistad duró varios años, pero el humano comenzó a frecuentar cada vez menos a su azul amigo, hasta que un día se despidió de él, diciéndole que contraería nupcias con una bella dama, y que se mudarían a una ciudad. Y el Lobo volvió a pasar los días solo.
El bosque donde habitaba también cambió. Las poblaciones que lo rodeaban comenzaron a crecer, y se vio obligado a replegarse más hacia adentro, cuidando siempre de tener una fuente de agua cerca para poder alimentarse.
Y conforme los años fueron pasando, el Lobo logró aminorar su soledad diurna. Se hizo amigo de cuervos, de conejos y hasta de un venado. A todos los conoció desde pequeños, y de todos escuchó sus últimas palabras. Y aunque la muerte de sus amigos le dolía, seguía siempre adelante. Y todas las noches compartía con la Luna lo que había aprendido de sus amigos. Y cuando no aprendía de ellos, aprendía de la naturaleza que lo rodeaba. Todos los días aprendía algo nuevo, y cada día y cada año, se hacía más sabio.
Tiempo después el Lobo conoció a otro humano. Era un ermitaño que se había replegado a las montañas para alejarse de todos, pues la sociedad lo hostigaba. Comía plantas que él mismo cosechaba, y vivía en una pequeña cabaña muy rústica, que se confundía con el paisaje. No era anciano, pero su arrugada piel y blancos cabellos reflejaban que el tiempo había pasado por ahí. Pasaba el día caminando por el bosque, y aunque había escuchado hablar de su morador más famoso, nunca tuvo interés por verlo. No había ido al bosque para ver a un fenómeno de la naturaleza. Y sin embargo, el destino se encargó de que ambos solitarios personajes se encontraran. El Lobo vio a lo lejos al humano, y el humano vio a lo lejos al Lobo. Y ambos sintieron una atracción inmediata, pues ambos eran seres que habían rehuido de los suyos. Se acercaron uno al otro, hasta que se juntaron a la mitad del camino, entre árboles y arbustos. El Lobo le habló como hiciera con el cazador, pero a diferencia de éste, el humano no se sorprendió. Se limitó a responderle, y para cuando la noche llegó los dos conversaran como si se conocieran de toda la vida. Por primera vez la Luna no habló con el Lobo, sino que vio fascinada como su amigo hablaba con otro humano. Y fue así como el Lobo volvió a aliviar su soledad, pasando los días con el ermitaño.
Pasaron varios años hasta que la Luna decidió hablar con el ermitaño también. Le pidió permiso al Lobo, y una noche que los dos hablaban como siempre hacían, la Luna entró en la conversación hablando desde su lugar en el firmamento. El humano, de nueva cuenta, no se sorprendió, sino que miró hacia donde la Luna se encontraba y le contestó con una sonrisa. Y conforme más tiempo pasaba, más fuerte se hacía la amistad entre los tres. Finalmente, el humano enfermó gravemente. Era muy anciano, y su cuerpo ya no podía soportar más la carga de la vida. La Luna le ofreció darle vida eterna como al Lobo, pero el humano rechazó la oferta. Dijo que sabía que su tiempo había llegado, y que había disfrutado cada momento en compañía del Lobo y de la Luna. No quería vivir eternamente, se conformaba con haber disfrutado el tiempo natural que había tenido de vida. Y fue así como el ermitaño murió, y el Lobo y la Luna lloraron su muerte.
No es preciso decir cuántos años habían pasado desde la muerte del ermitaño cuando Ella apareció, pero es seguro decir que con Ella, el tiempo se detuvo para el Lobo, y nunca volvió a pasar igual. Era una Loba blanca. El Lobo la había visto a lo lejos, y desde ese momento se dedicó a seguirla, pues se había enamorado de Ella. La hembra había notado algo, y con el tiempo se dio cuenta que ese mítico Lobo azul se veía a lo lejos siempre, como si la siguiera. Ella viajaba sin una manada, pues se había separado de ellos para buscar pareja. Había escuchado que ese Lobo azul no era un Lobo real, y que por eso ninguna manada lo aceptaba. Pero a Ella le parecía interesante, y cada vez que veía que él la observaba a los lejos, Ella le devolvía la mirada con una sonrisa que lo invitaba a acercarse. Sin embargo, el Lobo azul no se acercaba, y la Luna fue quien debió decirle al Lobo que si quería cortejarla, debería ir con Ella. El Lobo temía de nuevo al rechazo de uno de los suyos, pero la Luna le aseguraba que esa Loba no lo iba a rechazar, y que debía aprovechar que ambos tenían casi la misma edad. Casi, pues él era más grande que ella por un año.
Finalmente un día, el Lobo comenzó a caminar hacia Ella cuando notó que ésta le miraba, manteniéndose siempre a la vista. La Loba no se movió de su lugar, esperando a que ese extraño personaje se presentara ante Ella. Y fue así como el Lobo pudo hablar por primera vez en su larga vida, con otro Lobo. Y Ella comprendió que, si bien ese Lobo obviamente no era normal, tampoco era desagradable ni mucho menos. Rápidamente los dos Lobos se hicieron amigos. Pasaban los días y las noches juntos, platicando sobre sus experiencias en el bosque. El Lobo azul aprendió a cazar con Ella, si bien él no se alimentaba de la carne de otros animales. La Loba se extrañaba ante ese hecho, pero no le molestaba. También aprendió a jugar con Ella, pues nunca había jugado con otro Lobo, y eran juegos que diferían mucho de los que había tenido con otros animales.
Aullaban juntos en las noches, y una vez la Luna bajó en su forma humana para estar con ellos. La Loba se sorprendió, pero inmediatamente la recibió como a una vieja amiga. Como la Luna había dicho, ella era amiga de todos los Lobos.
Los días habían cambiado completamente para el Lobo desde que Ella había aparecido. No eran como los que había compartido con ese humano, o con esos otros animales, o con ese ermitaño. Estando con Ella se sentía completo. Estando con Ella se sentía un Lobo de verdad. Y estando con Ella, sentía que podría soportar cualquier cosa que el destino le pusiera en su camino. Y Ella sentía también mucho cariño por ese Lobo azul. Se sentía protegida a su lado. Sentía que podía hacer cualquier cosa mientras estuviera con él. Y realmente quería estar siempre con él.
Un día y sin planearlo, los dos Lobos se confesaron su amor. Se besaron apasionadamente, como humanos y como Lobos. Se volvieron una pareja ante los ojos del mundo, y en la noche y con aullidos, la Luna bendijo su unión. Le preguntó a la Loba si quería la vida eterna que el Lobo azul tenía, con las mismas condiciones. Ella aceptó sin dudarlo, adquiriendo ese brillo peculiar que su amante también tenía cuando era iluminado por la Luna. La Luna les advirtió que no podrían tener cachorros por más que lo intentaran, y aunque eso los entristeció un poco, lo aceptaron, pues se tendrían el uno al otro. La Luna cumplió su promesa, y ella se volvió la pareja del Lobo azul, y él, la pareja de la Loba blanca.
Y así los dos Lobos pasaron sus vidas juntos. Alimentándose del sol y del agua como las plantas. Siendo amigos de la Luna y aullando todas las noches, él con su aullido azul, y Ella con su aullido blanco. Jugando con ella hasta el amanecer. Amándose cuando querían y donde querían. Se volvieron una leyenda entre los humanos e inclusive entre los animales. Hicieron amistades y aprendieron de ellas. Evadieron cazadores y convirtieron cada uno de sus días en una aventura, donde ellos eran los protagonistas, y donde juntos resolvían todos sus problemas.
Y cuenta la leyenda que aun viven en ese bosque, que terminó convirtiéndose en la "Reserva de los Lobos amantes". Y también cuenta que, por las noches, aun se pueden escuchar sus cautivadores aullidos. Y que siempre estarán en ese bosque, y que serán ellos los últimos seres en abandonar este planeta cuando llegue a su fin, siendo recibidos por la Luna para continuar su existencia en un verde lugar que ella conoce, y que es donde descansan todos los Lobos. El Silva aeternam.
Category Story / Animal related (non-anthro)
Species Mammal (Other)
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