
Planeta Draekan, año 6000, ciudad capital Quetar. Las galaxias han enloquecido pues un mal supremo se ha apoderado de la gran parte de los planetas que las constituyen. Draekan siempre ha sido implacable, habitado por los últimos seres humanos, o lo que queda de ellos. Quetar forma la ciudad más grande del planeta, casi ocupando el setenta por ciento del mismo. Los quetarianos se encargan de darle la máxima seguridad al planeta utilizando las más altas tecnologías, su capa de ozono juega el papel de campo de fuerza protector y envita que las naves enemigas penetren la atmósfera de Draekan.
Las cosas han cambiado y los humanos han tenido que recurrir a los experimentos químicos más importantes de todas las eras, convirtiendo valerosos soldados, en armas letales contra los enemigos de Quetar. Aunque no todos siguen las leyes del Gran Gobernador Ner, y lo que una vez fue un pueblo gobernado en base al miedo, ahora se ha convertido en un caos con una tasa de delincuencia que supera los límites inimaginables.
-General Fuego informando-dijo una voz masculina y que no parecía ir acorde con la imagen de su dueño-Los distritos del uno al cien han sido dominados, los criminales han sido ejecutados con efectividad. Iniciaremos un control exhaustivo de la zona: toques de queda, encarcelamiento a los que parezcan sospechosos y eliminación de las memorias de todos aquellos inocentes.
-Recibido-habló el Gran Gobernador-Inicie protocolo establecido.
El transmisor cesó su mensaje, las órdenes habían sido claras y ahora el General Fuego debía ejecutarlas. Aparentemente, Fuego, parecía ser humano, como el resto de los soldados de Quetar, pero las modificaciones genéticas que había experimentado los habían convertido en una máquina de matar. El color de sus ojos era algo que nadie sabía, pues se mantenían ocultos tras una venda, los cargos más altos de la milicia de Ner también ocultaban sus ojos, ya fuera tras: gafas opacas, cascos con cristales tintados o, en este caso, una venda roja.
La apariencia de Fuego era la de un joven no mayor de los treinta años, delgado y de cabello azabache. A pesar de parecer un quetariano más, sus conocimientos de combate le convertían en una persona a la que temer. Era el soldado más joven que había conseguido un cargo de general.
Los edificios de los primeros cien distritos de Quetar eran bajos y de roca, aun se podían ver algún que otro huerto digital a través del cual los quetarianos podían cosechar sus propias comidas o abastecer a la milicia de Ner, una manera más de pagar los impuestos. Pero a partir del distrito ciento uno, la ciudad cambiaba radicalmente.
Los edificios se alzaban por encima de las nubes equipados con una estructura de metal armado. No era un metal muy resistente, pues los mestales más caros los disponían los distritos más ricos, a partir del doscientos.
-Identifíquese e informe de la situación-habló el general cuando vio a un soldado detenidos frente al cadáver de un ciudadano de a pie.
-Soldado 300 informando-habló- Se trata de Caitsiff Bartom, el mayor exportador de relojes en Quetar. Ha sido brutalmente asesinado hace apenas unas horas.
Así era, Caitsiff Bartom estaba en el suelo, boca arriba, con el torso perforado por veinte balas que habían acabado con su vida. No solo se habían ocupado de atravesar su torso y su enorme barriga, si no que le habían roto las costillas y empalado su corazón en ellas. Pero eso no era lo más sádico del escenario del crimen, el asesino se había tomado la delicadeza de dibujar en sus labios una gran sonrisa, de oreja a oreja, seguro con la hoja de un cuchillo.
Algo extraño se removió en el interior de Fuego, algo que hacía mucho que no experimentaba. No eran arcadas, ni siquiera estaba revuelto ante brutal asesinato. Era la sonrisa de la víctima, le resultaba extrañamente familiar, aunque en sus registros no aparecía ningún caso parecido. Entonces tomó la decisión, tenía el cargo suficiente como para hacerlo, así que no dudó en hablar:
-Tomo el cargo de este caso.
-Identifíquese-dijo el soldado un tanto molesto al ver como alguien quería arrebatar su trabajo.
-General Fuego de la décimo cuarta división-habló-Quiero que limpien el perímetro de transeúntes y que se encarguen de que nadie, salvo yo, entre en él.
Sin más protestas, sin ninguna negativa, el soldado se marchó siguiendo las órdenes de su superior. Fuego observó el cadáver con detenimiento, intentó advertir alguna pista que le dijera lo que no comprendía.
De repente sus manos se movieron con velocidad, como si hubiera sido el artífice de aquel crimen, Fuego extrajo el calzado de la víctima y encontró una carta. Un mensaje redactado en papel antiguo, escrito con sangre y firmado con una huella animal, como la de un perro.
“Dicen que estoy loca pero ¿Quién no lo está hoy en día? Dicen que el enemigo se encuentra al otro lado de la protección del gobierno, que es deber del ciudadano seguir las leyes que rigen Quetar, pero hay algo que eriza algo más que mi piel.
No sabrás quien soy, no hasta que yo lo decida. Sé que si me tuvieras delante ejecutarías una orden de eliminación pero ¿Sabes qué? Creo que ha llegado el momento de que no sea la única que anda entre las sombras. Y pensarás que esta carta está escrita para un soldado cualquiera, pero no, esta carta es para ti, General Fuego.”
Fuego se quedó perplejo, un sentimiento que hacía mucho que no sentía. Había algo extraño en esas letras, algo extraño en la criminal que había asesinado brutalmente a Caitsiff Bartom. El general no tenía órdenes de seguir leyendo aquel mensaje, lo más correcto hubiera sido reportarlo a los altos cargos pero, lejos de ser el perfecto soldado que todos creían, había algo en su interior que se moría de ganas por seguir leyendo, la única parte humana que conservaba, su corazón.
“No te preocupes por este ricachón. Era un violador consentido, le pillé de noche acosando a una chica, muy parecida a su última víctima. Y seguro lo estarás pensando, Caitsiff es el verdadero asesino de mujeres del distrito 115, no ese vagabundo al que pagó para que fingiera ser el culpable. La milicia de Ner no ibáis hacer nada para pararle, estaba utilizando los cadáveres de sus víctimas para convertirlos en polvo y elaborar sus mejores relojes, alguien tenía que pararle.
Sé que no me crees, como el resto, pensarás que soy una chalada sin sentido, que el miedo del exterior ha invadido mi mente pero, tranquilo, si estuviera loca no hubiera escrito este mensaje especialmente para ti. ¿Cómo iba a saber que revisarías las botas del violador? ¿Cómo me iba a imaginar que lo harías en la escena del crimen?
Todo estaba planeado Fuego, cerraste un perímetro en el que nadie entraría y te aseguraste de ser el único que revisaba el cadáver. ¿Y todo por qué? ¿Por una simple sonrisa?”
El General ascendió su mirada para observar las calles que le rodeaban, esperaba encontrar alguna mujer que le observara, alguien que lo estuviera estudiando,… pero allí no había nadie, solo estaba él.
“ Jajajajajaajaja, si pudieras verme ahora me estaría meando de la risa. Estaría pataleando en el suelo mientras me imagino buscándome por todos los recovecos. No, no, no… No estoy ahí Fuego, seguramente esté planeando mi siguiente movimiento, en unos minutos desde que leas estas líneas habrá otro asesinato.
Distrito 108 a las 14:00. Si corres quizá puedas encontrarme.”
La carta estaba firmada por una huella de sangre que, poco a poco se distorsionada para formar una sonrisa carmesí. Fuego actuó siguiendo el protocolo de emergencias, primero utilizó el transmisor para informar a sus hombres que sacaran el cadáver de Cristoff Bartom de allí. Segundos después ignoró el fuerte dolor que emergía de su espalda mientras dos alas de aspecto demoníaco. Y con solo una sacudida se elevó en el aire y emprendió un fugaz vuelo.
Los grandes edificios no eran más que un problema para emprender un vuelo entre los distritos de nivel medio. Habían sido construidos sin ningún tipo de protocolo de arquitectura avanzada, como en los distritos altos. La verdad iba más allá, los primeros doscientos distritos no estaban preparados para tener vigilancia aérea, pues, pasara lo que pasase, el Gran Gobernador Ner le daba prioridad a los distritos ricos, donde él vivía.
El uniforme de los soldados era negro, pero el de los Generales, el de Fuego, era más del estilo de los marines espaciales. Trajes ajustados y negros acompañados de capas con destellos rojos, el traje no era más que un adorno, pues la verdadera protección estaba en toda la programación que tenían los filamentos que lo formaban.
Primero a la derecha, luego a la izquierda y después de nuevo a la derecha. En la parte más céntrica de los distritos se encontraba la plaza, en este caso era complicada de acceder, pues los edificios se agrupaban para formar un círculo alrededor de la misma. Algo que la criminal sabía, al igual que sabía que Fuego disponía de una forma voladora, un dato extraño pues solo los peores enemigos del gobierno se atrevían a desafiar al general hasta tal extremo, pero nunca vivían para contarlo.
El joven soldado descendió en una de las calles y ocultó sus alas para introducirse entre el bullicio de la gente la cual parecía haberse reunido en el momento justo para obstaculizarle. Todo estaba perfectamente planeado, un plan que seguramente hubiera costado más de una década, pues el flujo de los quetarianos eran tan imprevisible como desconcertantes.
Antros por aquí, humanos por allá. Quizá Fuego tuviera una venda que ocultaba sus ojos pero, el poder de visión que disponía era lo suficientemente potente como para no dejarse cegar por un mero trozo de tela. Ese eran los dos tipos de habitantes de Quetar, por un lado los antros: animales antropomórficos con costumbres humanas. Y los humanos corrientes, que la gran mayoría de ellos, por suerte, no tenía costumbres animales.
-¡Ayúdenme!-gritó una mujer abrazada a su marido el cual estaba empapado en sangre y con un rostro torcido por una gran sonrisa.
-¡Apártense todos!-gritó Fuego con una voz clara y directa-¿Qué ha ocurrido? ¡Reporte!-
-¡Por favor sálvele!
-Argh… sentimientos…-protestó Fuego mientras accionada el transmisor-General Fuego informando. Asesinato en el distrito 108. Necesito que envíen un grupo de anti disturbios y despejen la plaza.
Antes de que pudiera cerrar la comunicación, un grupo de soldados con escudos aparecieron en medio de la plaza. Se encargaron de alejar a los curiosos de la escena del crimen mientras Fuego colocaba la mano sobre la mujer del asesinado y se encargada de descifrar todos los registros de memoria.
La mujer permaneció inmóvil y estupefacta mientras miles de imágenes pasaban desapercibidas por el interior de sus ojos. Leer la mente no era algo simple, al contrario, cada ciudadano tenía una forma de ver las cosas, de recordarlas, y Fuego se estaba encargando de traducirlas a su propio idioma mental para poder ver lo ocurrido.
Para su sorpresa las cosas estaban peor de lo esperado, no había nada que pudiera decirle quien había sido el criminal. Los recuerdos estaban más que claros, una sombra oscura apareció riendo a carcajada limpia en el centro de la plaza, utilizó su ametralladora para perforar el cuerpo del hombre y se marchó sin dejar rastro. Solo había una única razón que explicara lo sucedido, el criminal había ocultado su presencia y había acabado con su víctima antes de que nadie pudiera darse cuenta.
Fuego se incorporó y analizó la plaza con velocidad, el asesino tenía que estar por allí cerca, el asesino había sido reciente. Pero no había nadie, ni oculto, ni al descubierto. Los soldados habían sellado en forma de perímetro el escenario de tal manera que nadie pudiera salir, ni entrar.
El general Fuego no comprendía nada, no tuvo otra opción. Pidió a los antidisturbios que se llevaran a la mujer de la víctima y que pidió que le dejaran estudiar el perímetro sin problemas, que nadie salvo él se acercara. Sacó el calzado del asesinado, esta vez un antropomórfico de jabalí, y extrajo una carta muy similar a la del caso anterior. La misma huella ensangrentada, la misma sangre,… pero no parecía ser sangre fresca.
“Vaya, casi me pillas. Jajajajajaja Parece que estas cerca de encontrarme pero aún es pronto General Fuego. ¿Qué pretendes hacerme? ¿Te pondrás encima de mí y me exigirás explicaciones mientras me destrozas el rostro?”
Fuego parecía estar perdiendo la cordura, pues esa era la escena que se estaba imaginando. La criminal estaba creando el caos en Quetar y eso era una violación de leyes muy grave. Llegado a este punto solo le esperaba la ejecución, ni siquiera tenía derecho a un juicio. Los testigos testificarían en su contra fingiendo haberla visto y confirmando su culpabilidad.
“Dime una cosa ¿Qué recuerdas de tu vida pasada? ¿Sólo tu servicio como soldado de la milicia de Ner verdad? Pues déjame sacarte de las sombras, Fuego, antes de ser un soldado fuiste un ciudadano más. ¿Qué? ¿Crees que miento?
Te conozco, te conozco desde hace mucho antes de que fueras el general que todos conocen. Si no ¿Cómo iba a saber que podías volar? Si no… ¿Cómo sabrías que oculto mis mensajes en las botas de mis víctimas? La respuesta está muy clara, y aunque te duela admitirlo,… también me conoces”
No podía ser real, las cosas que estaban sucediendo, esas palabras escritas con sangre, todo tenía que ser fruto del Comando Mental. Soldados capacitados para modificar la mente de la gente, no se basaban solo en traducir la memoria de sus víctimas, si no que intercambiaban sus propios mensajes para alterar los registros de las personas, fueran antros o humanos. Tenía que ser eso,… tenían que estar jugando con él… una prueba más quizá.
“No pertenezco al gobierno… ya no. No soy una asesina cualquiera Fuego, si no, puedes confirmarlo. Este gilipollas se llama Pesho, uno de los traficantes más peligrosos de los barrios medios. ¿Qué? ¿Qué cómo no lo podías saber? ¿Quizá porque los de arriba no te cuentan todo?
El mundo no es como lo vemos Fuego, deberías de saberlo, tu que ocultas tu mirada tras una venda roja, algo que yo te regalé.
Jajajajajaja Puedo imaginarme tu rostro descolocado,… ¡Ah no! ¡Se me olvidaba! Ya no sientes como nosotros… ahora solo eres un arma.
Tus suposiciones son ciertas, Fuego, introduzco mis mensajes en el calzado de las víctimas antes de que se realice el asesinato. Mucho antes de que decidan ponerse esos zapatos. ¿Cómo lo hago? … te lo responderé con otra pregunta… ¿Cómo puedes volar?”
-Modificaciones,…-dijo Fuego mientras sentía como su corazón se estremecía, como su parte más humana gritaba desde el interior de su cuerpo de soldado -Modificaciones militares.
“Llegados a este punto en el que no sabes en quién confiar… te haré una última pregunta ¿Crees que existe un verdadero peligro al otro lado de Draekan? ¿O quizá tu gran gobernador Ner lo utiliza para mantener a su Quetar entre rejas? … unas rejas que los ciudadanos aceptan con orgullo.
Antes de que lo preguntes a la nada,… no voy a seguir con este juego… te dejaré verme. Si quieres ejecutarme me dejaré con una gran sonrisa… pero si, por el contrario, piensas creerme te invito a que dejes tu transmisor sobre este asqueroso jabalí.
Distrito 189, a las 20:00 h. Lloverá, asique tápate. No queremos que la venda se moje, eso obstaculizaría tu gran poder de visión”
Y de nuevo la huella se convirtió en una gran sonrisa. El General Fuego estaba confuso, no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo. Siempre había seguido las órdenes del gran gobernador Ner, siempre, nunca le había llevado la contraria, por eso, quizás por eso, todos le respetaban y le llamaban superior. Nadie dudaba de él, nadie dudaría de él, era el mejor, con creces, y ser la mano derecha de Ner estaba muy cerca. ¿Qué haría? ¿Qué podía hacer? ¿Perseguir a una loca? ¿Reportar al gobierno y ganar un ascenso?
Podía haber activado el transmisor, podía haber informado de todo aquello, podían localizar a la asesina vía satélite y eliminarla con solo accionar un botón pero… ¿qué pasaría después? Esa fue una de las razones que le condujeron a quitarse el transmisor de la oreja y dejarlo sobre el cadáver del jabalí. La otra, su corazón no dejaba de latir nervioso, ardiente de saber más sobre la criminal. Su piel no se erizaba, ni siquiera sudaba. Podía haberse quitado la venda de los ojos y haber meditado mejor pero,… sabía que si lo hacía todas las modificaciones biológicas que tenía se activarían a la vez y le transformarían en el monstruo que habían hecho de él.
Esa era la verdadera labor de la venda, le permitía concentrarse en lo que pensaba y no despistarse con el resto. Sin la venda, no solo escucharía todo el caos de Quetar, si no que se vería obligado a ponerle remedio. Como le dijo el gobierno una vez, la venda potencia tus habilidades, pues permite concentrarte en lo que quieres hacer: vista, oído, olfato,… si se la quitaba, todo eso se convertiría en uno solo.
Decidió aislarse en lo más alto de uno de los edificios. Sus alas de aspecto demoníaco eran bastante efectivas, le daban la agilidad aérea que un ciudadano de a pie solo imaginaria. Tumbado, allí, mirando como las nubes digitales ocultaban el campo de fuerza que siempre los había protegido. De repente algo se introdujo en su cabeza, un pensamiento que jamás se hubiera esperado.
Extendió sus alas, y empuñó su hoja láser y curvada, un arma que muy pocos podrían disfrutar, un regalo del gobernador. Ascendió kilómetros y kilómetros hasta que los ciudadanos pasaron a ser hormigas, y no antropomórficas. Los edificios no parecían más que guijarros y Quetar se mostraba como una gran playa de fina arena. Desde allí, por encima de las nubes digitales, podía ver más que las estrellas, podía ver las galaxias que rodeaban Draekan, todas ellas repletas de planetas destruidos. El joven general se sintió aliviado, aliviado al ver como las historias que siempre le habían contado tenían su propia credibilidad. Los planetas habían sido destruidos por el enemigo, eso quería decir que realmente había un enemigo.
Poco a poco y sin sentir miedo, acercó su hoja hasta el campo de fuerza que solamente se podía vislumbrar con unos ojos modificados. Acercó su arma y esperó una descarga, algo que le indicara que aquella protección era invencible, algo que le dijera que estaba cometiendo una violación de las leyes. Pero algo extraño ocurrió, algo que provocó que su corazón se estremeciera aterrado, la espada atravesó lo que había parecido un campo de fuerza. Todo lo que una vez fue ahora se convertía una membrana endeble de energía que no le ponía límites a su espada.
-No puede ser,…-habló el general mientras sacaba las manos al otro lado de la membrana. Entonces pudo ver algo, la galaxia de planetas destruidos no se veía igual a través de la parte que estaba tocando, que estaba atravesando. Y llegó más allá, arriesgó un poco más, extrajo la cabeza a la superficie, dónde muchos tenían prohibido, al menos no en tiempo de guerra.
Su venda se empapó en lágrimas, una muestra de debilidad para un soldado, una muestra de humanidad. Allí fuera no había planetas destruidos ni indicios de naves enemigas, solo había galaxia y planetas intactos. A simple vista unos parecían ser habitables, no todos, pero algunos sí.
-Estará loca,…-susurró-Pero no miente.
Quiso descender a Quetar, quiso penetrar la base del gobernador Ner, pero no le iba a ser fácil, sabía que, si lo hacía, miles de soldados arrasarían con él. Seguro le ejecutaban con la peor de los castigos, el ser desprendido del propio corazón. Un corazón que Ner mostraría a modo de trofeo y de aviso al resto de revolucionarios, como llevaba haciendo durante años.
Pero los sentimientos de humanidad no se acabaron con simples lágrimas de decepción, si no que se complementaban por un fuerte sentimiento de esperanza. Los ojos ocultos de Fuego ahora se habían quedado perplejos sobre una nave, un barco galáctico que parecía viajar de un planeta a otro. Se concentró para potenciar su vista y observó un logo en la nave, una imagen que le indicaba que aquel barco era un mercado andante, alguien que se encargaba de abastecer diferentes planetas. Había vida allí fuera, vida que era eliminada si se acercaban a Draekan .
No le quedaba otra opción, como la criminal había dicho, el general fuego estaba saliendo de las sombras que le habían rodeado desde hace décadas. Descendió, de nuevo, a la ciudad, tenía que ser puntual si quería ver a la criminal a tiempo, si quería decirle todo lo que sentía.
El Distrito 189 estaba demasiado tranquilo. Las primeras gotas de lluvia azotaron las alas de Fuego cuando llegó a la plaza, el que había deducido como punto de encuentro, una costumbre quetariana, citarse en las plazas de los distritos.
No había nadie, ni humanos, ni antros. Algo extraño estaba ocurriendo, y no hacía falta ser un soldado modificado para saberlo. En medio de la lluvia Fuego pudo observar como cien soldados le encerraron en un perímetro. Soldados que habían descubierto su pensamiento revolucionario el cual le condenaba a la no existencia.
-General Fuego-gritó uno de ellos-Por órdenes directas del Gran Gobernador Ner, debe venir con nosotros al Centro de Restablecimiento Moral. Si se niega no tenemos limitaciones a la hora de abrir fuego.
-¡Nos están engañando!-gritó-¡No os dais cuenta! ¡Nos lavan el cerebro para convertir la ciudad en una cárcel! No,… ¡El planeta entero es una prisión! ¡He visto vida al otro lado al otro! ¡En la superficie! ¡Nos engañan con una holografía en el cielo!
-Pensamientos revolucionarios confirmados-dijo uno de los soldados, el general Tora, un humano de cabello verde y largos cuernos de ciervo-Protocolo de eliminación activado. Abran fuego.
Y como si fueran máquinas de matar, los soldados apretaron el gatillo de sus armas de fuego láser. La muerta estaba al borde, Fuego no podía hacer nada, tortuga asesina era una técnica que nadie podía esquivar. Entonces se llevó una sorpresa, alguien agarró su cintura, alguien no más alto que él y con un arma que les superaba en tamaño.
El cañón apunto al suelo y se accionó provocando un fuerte pitido en los oídos. Fuego se elevó en el cielo junto al desconocido sin necesidad de usar sus alas, observó cómo los soldados se mataban entre ellos pues la tortuga asesina había fallado. Una técnica mortal, solo utilizada contra enemigos que hacían peligrar la vida del gobernador, un error conllevaba al suicido, pero todos habían sido preparados para eso.
-El pitido se marchará dentro de poco-habló una voz femenina mientras su arma les propulsaba por la ciudad hasta los distritos más bajos.
Fuego se quedó boquiabierto, ella era un antro, un animal antropomórfico de hiena, alguien que no dejaba de sonreír, como sus víctimas. A pesar de no pertenecer a su misma especie había algo en ella que le llamada enormemente la atención, algo que le volvía más humano.
-No tenemos mucho tiempo-habló la hiena desde el tejado de un edificio-Vendrán a exterminarnos, eso tenlo por seguro.
-Me has salvado…-dijo Fuego-¿Por qué?
Pero la criminal estaba en lo cierto, no tenían mucho tiempo, no disponían de él. Diez robots del tamaño de diez quetarianos dispararon sus cañones. Sin pensárselo dos veces, Fuego, agarró la cintura de la hiena y batió sus alas demoníacas para esquivar los ataques. Había llegado el momento de devolverle el favor.
-¡Ve al río!-gritó ella-¡Ganaremos tiempo! ¡Confía en mí!
¿Qué iba a hacer si no? Ya no tenía nada que perder,… en realidad sí,… su corazón. Voló todo lo rápido que pudo hasta el puente que separaba Quetar en dos partes. La hiena depositó su petate sobre el suelo, una mochila repleta de armas. Las que parecían ser sus preferidas se trataban de un cañón que lanzaba algo más que cohetes y una metralleta pesada que disparaba fuego láser.
-Elige la que quieras-dijo-Aunque siempre preferiste las armas de filo…
-¿Siempre preferí?-preguntó confuso.
-¿Qué?-sonrió la criminal-¿Qué he dicho?
-¡Estoy harto de las mentiras!-gritó fuego mientras agarraba su cuello y la arrastraba hasta la pared de la parte baja del puente-¡¿Qué sabes de mí?!
La rabia embriagaba sus dedos, el miedo erizaba su piel, el odio bloqueaba sus pensamientos y las ansias de matar se fijaban en sus ojos. Estaba apretando demasiado, incluso, a través del pelaje oscuro de la hiena, su piel se podía ver morada.
-Argh… mierda-dijo Fuego soltándola.
El día que insistía en cambiar su vida para siempre no parecía dejar de albergar sorpresas. Sin pensarlo dos veces, la hiena, se abalanzó sobre los labios y los devoró de forma apasionada. Fuego se sintió extraño, tan extraño que apenas se podía imaginar besando a un animal, pero lejos de la incomodidad el saber de los besos de la antro le trajeron recuerdos que parecían haberse depositado en el lugar más insólito de su cerebro.
“Nuestra historia siempre será hermosa, tan hermosa como injusta y sangrienta. Tu nombre resonaba entre las tropas de la milicia de Ner, Fuego, el criminal más buscado de Quetar. Dicen que acabaste con veinte soldados de una sola sentada, sin esfuerzo, sin modificaciones en tu cuerpo. Una cifra que, según iban pasando los días, iban aumentando.
Pero nunca nadie supo la verdadera historia, la verdadera razón por la que acabaste con ellos, aunque realmente solo fueron cinco, al menos cuando yo lo vi. Yo estaba allí, encapuchada y en los distritos donde nunca jamás se me había permitido estar.
Pero yo era así, y lo sigo siendo, no podía permitir que las familias pobres vivieran tiranizadas por la guardia de Ner, mi padre. Jane era mi nombre, y era la hija del gran gobernador, pero por ser mujer nunca sería su sucesora. Respetaba las opiniones de mi padre pero no me gustaba la forma de sus soldados.
Y fue esa noche, una noche que pronto se convertiría en mi pesadilla. Bajé a escondidas a los distritos más pobres y me interpuse entre el arma de un soldado y una víctima. Los cinco me agarraron y me alejaron de allí, me enceraron en un almacén e iniciaron lo que sería una violación.
Tú te interpusiste, obviamente ni tu ni ellos sabían quién era, pero te interpusiste. Desarmaste a uno y desmembraste al resto. Lo hiciste como si me conocieras de toda la vida, a las semanas el país entero te buscaba, incluso yo. Nos juntamos muchas veces para conocernos, me hablaste de la oscuridad de tu vida, y yo nunca te hablé de la mía.
Eliminaste a tus enemigos como si hubieras nacido para ellos y me enamoré perdidamente de ti. Te dije que lo nuestro no podía seguir, te dije quién era y no te pareció importar.
Estuvimos meses sin vernos, utilizábamos mensajeros. Las pautas eran simples, el mensajero iba al punto de encuentro y sonreía de oreja a oreja, cuando lo hacía indicaba que había llegado la hora de recoger el mensaje. Así pues se quitaba el calzado y hacía entrega de una carta escrita con papel tradicional, siempre con tita roja, una tinta que desaparecía cuando era leída.
Todo parecía estar saliendo perfecto pero no pudiste detenerte, eras incapaz de solo imaginarme. Viniste al edificio del gobernador, arriesgaste tu vida por verme una noche más y te descubrieron. Todos pensaron que venías a matarme y tú no te resististe, no te zafaste de sus cadenas, solo querías verme.
La ejecución se televisó por todo Quetar. Mi padre extrajo tu corazón de tu cuerpo y lo enseñó a modo trofeo, el pueblo entero se horrorizó y le juró lealtad, como en cada Ejecución Roja. Entonces sentí como mi propio corazón se helaba, se congelaba tanto que amenazaba con matarme.
No podía vivir sin ti, me hizo falta verte morir para darme cuenta. Así que ordené a los del Departamento de Sanación que restituyeran tu vida, que recuperaran tu estado físico antes de la extracción de tu corazón. Fueron claros con la explicación, y fueron sinceros pues sabían que era capaz de apretar el gatillo del arma, no tenía ningún interés en mantenerlos con vida si no me eran útiles.
En secreto trabajaron para mí, analizaron los corazones de sus pacientes para hallar uno que fuera compatible con el tuyo. Pero el tiempo se acababa y sentía que mi vida expiraba con cada minuto que te veía inerte. Mi prueba fue perfecta, mi corazón era idóneo para sustituir el tuyo. Entonces me tumbé en la camilla y dejé salir mi vida mientras, antes de soltar mi último aliento, veía como exhalabas el primero.
Ner supo de los sanadores, alguien se había ido de la lengua y ahora el Gran Gobernador veía como su hija daba su vida por un criminal. Yo morí para él como hija, pero Ner se encargó de que una nueva criminal sufriera su castigo. Consiguió un corazón para mí y restituyó mi vida, modificó mi cuerpo humano con millones de agujas y sueros convirtiéndome en el antro que ahora ves.
Dijo que si volvía a los distritos altos sería ejecutada, que si salía de los distritos pobres sería ejecutada y que si me veía, fuera o no por casualidad, se encargaría personalmente por mí. Hubiera sido fácil suicidarme, solo tenía que convertirme en una asesina y dejar que los soldados acabaran conmigo, pero el dolor era más fuerte. Jane murió en la camilla y Hielo emergió en los primeros distritos.
Primero sufrí por el castigo, luego me acostumbré a él. Las injusticias eran demasiadas en las calles y no podía dejar que los delincuentes se marcharan con vida. Traficantes, ladrones, violadores,… todos morían bajo mi pata. No dejé un cadáver, siempre fui limpia y nunca levanté sospechas.
Pero entonces te vi,… eras tú,… el amor que nunca jamás podría tener… el nuevo soldado de Ner, el General Fuego. Te observé todo lo que pude, eras mortal, eras fuerte, habías sido modificado y habían borrado los recuerdos de tu vida pasada. Mi corazón volvió a llorar una vez más, prefería verte muerto a verte así.
Me esforcé por estudiar las artes de la mente, y descubrí que si estimulaba tus recuerdos estos volverían. Mi última ficha,… un beso”
-Ahora estás de vuelta-habló Hielo entre sollozos mientras se separaba del soldado.
-Prometo no marcharme-dijo Fuego devolviéndole el beso, ya no le importaba su apariencia, solo le importaba su ser.
Los soldados les encontraron pero no iban a perder sin luchar, ahora estaban armados hasta las trancas. Disparos, estocadas, sangre y pasión. No había más sentimientos en el fragor de la batalla, no había más objetivos que una vida juntas, que el amor que sentían el uno hacia el otro.
Fuego había visto vida fuera de Draekan. Hielo no quería vivir más allí.
“De dos vidas salieron una historia. De una historia salió una leyenda. Muchos tienen sus retratos en sus casas. En especial en Gran Gobernador Ner, el cual piensa buscarlos por toda la galaxia hasta encontrarles. Aunque creo que ya es demasiado tarde. Nunca nos encontrará. Vencimos al enemigo y escapamos de la garra de Ner. Di mi corazón por la persona a la que amaba, y ahora nadie podría separarnos”
-Hielo-
Bueno amigos, ¡Por fin está aquí! El Trade para :hielodogwolf: una trepidante historia futurista medio furresca medio humana. Ella dijo que quería regalárselo a su chico, que quería que fuera romántico. ¡No pude hacer menos! ¡Quise que fuera la mejor historia de amor jamás contada! ¡Un amor que ni mil ríos de sangre, ni mil galaxias enteras podrá deteener!
Espero que le encante tanto como a mí. Y espero que mis seguidores se sientan más seguidores que nunca. También espero haber dado la talla.
Jane
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Hielo
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Fuego
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Relato
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Las cosas han cambiado y los humanos han tenido que recurrir a los experimentos químicos más importantes de todas las eras, convirtiendo valerosos soldados, en armas letales contra los enemigos de Quetar. Aunque no todos siguen las leyes del Gran Gobernador Ner, y lo que una vez fue un pueblo gobernado en base al miedo, ahora se ha convertido en un caos con una tasa de delincuencia que supera los límites inimaginables.
-General Fuego informando-dijo una voz masculina y que no parecía ir acorde con la imagen de su dueño-Los distritos del uno al cien han sido dominados, los criminales han sido ejecutados con efectividad. Iniciaremos un control exhaustivo de la zona: toques de queda, encarcelamiento a los que parezcan sospechosos y eliminación de las memorias de todos aquellos inocentes.
-Recibido-habló el Gran Gobernador-Inicie protocolo establecido.
El transmisor cesó su mensaje, las órdenes habían sido claras y ahora el General Fuego debía ejecutarlas. Aparentemente, Fuego, parecía ser humano, como el resto de los soldados de Quetar, pero las modificaciones genéticas que había experimentado los habían convertido en una máquina de matar. El color de sus ojos era algo que nadie sabía, pues se mantenían ocultos tras una venda, los cargos más altos de la milicia de Ner también ocultaban sus ojos, ya fuera tras: gafas opacas, cascos con cristales tintados o, en este caso, una venda roja.
La apariencia de Fuego era la de un joven no mayor de los treinta años, delgado y de cabello azabache. A pesar de parecer un quetariano más, sus conocimientos de combate le convertían en una persona a la que temer. Era el soldado más joven que había conseguido un cargo de general.
Los edificios de los primeros cien distritos de Quetar eran bajos y de roca, aun se podían ver algún que otro huerto digital a través del cual los quetarianos podían cosechar sus propias comidas o abastecer a la milicia de Ner, una manera más de pagar los impuestos. Pero a partir del distrito ciento uno, la ciudad cambiaba radicalmente.
Los edificios se alzaban por encima de las nubes equipados con una estructura de metal armado. No era un metal muy resistente, pues los mestales más caros los disponían los distritos más ricos, a partir del doscientos.
-Identifíquese e informe de la situación-habló el general cuando vio a un soldado detenidos frente al cadáver de un ciudadano de a pie.
-Soldado 300 informando-habló- Se trata de Caitsiff Bartom, el mayor exportador de relojes en Quetar. Ha sido brutalmente asesinado hace apenas unas horas.
Así era, Caitsiff Bartom estaba en el suelo, boca arriba, con el torso perforado por veinte balas que habían acabado con su vida. No solo se habían ocupado de atravesar su torso y su enorme barriga, si no que le habían roto las costillas y empalado su corazón en ellas. Pero eso no era lo más sádico del escenario del crimen, el asesino se había tomado la delicadeza de dibujar en sus labios una gran sonrisa, de oreja a oreja, seguro con la hoja de un cuchillo.
Algo extraño se removió en el interior de Fuego, algo que hacía mucho que no experimentaba. No eran arcadas, ni siquiera estaba revuelto ante brutal asesinato. Era la sonrisa de la víctima, le resultaba extrañamente familiar, aunque en sus registros no aparecía ningún caso parecido. Entonces tomó la decisión, tenía el cargo suficiente como para hacerlo, así que no dudó en hablar:
-Tomo el cargo de este caso.
-Identifíquese-dijo el soldado un tanto molesto al ver como alguien quería arrebatar su trabajo.
-General Fuego de la décimo cuarta división-habló-Quiero que limpien el perímetro de transeúntes y que se encarguen de que nadie, salvo yo, entre en él.
Sin más protestas, sin ninguna negativa, el soldado se marchó siguiendo las órdenes de su superior. Fuego observó el cadáver con detenimiento, intentó advertir alguna pista que le dijera lo que no comprendía.
De repente sus manos se movieron con velocidad, como si hubiera sido el artífice de aquel crimen, Fuego extrajo el calzado de la víctima y encontró una carta. Un mensaje redactado en papel antiguo, escrito con sangre y firmado con una huella animal, como la de un perro.
“Dicen que estoy loca pero ¿Quién no lo está hoy en día? Dicen que el enemigo se encuentra al otro lado de la protección del gobierno, que es deber del ciudadano seguir las leyes que rigen Quetar, pero hay algo que eriza algo más que mi piel.
No sabrás quien soy, no hasta que yo lo decida. Sé que si me tuvieras delante ejecutarías una orden de eliminación pero ¿Sabes qué? Creo que ha llegado el momento de que no sea la única que anda entre las sombras. Y pensarás que esta carta está escrita para un soldado cualquiera, pero no, esta carta es para ti, General Fuego.”
Fuego se quedó perplejo, un sentimiento que hacía mucho que no sentía. Había algo extraño en esas letras, algo extraño en la criminal que había asesinado brutalmente a Caitsiff Bartom. El general no tenía órdenes de seguir leyendo aquel mensaje, lo más correcto hubiera sido reportarlo a los altos cargos pero, lejos de ser el perfecto soldado que todos creían, había algo en su interior que se moría de ganas por seguir leyendo, la única parte humana que conservaba, su corazón.
“No te preocupes por este ricachón. Era un violador consentido, le pillé de noche acosando a una chica, muy parecida a su última víctima. Y seguro lo estarás pensando, Caitsiff es el verdadero asesino de mujeres del distrito 115, no ese vagabundo al que pagó para que fingiera ser el culpable. La milicia de Ner no ibáis hacer nada para pararle, estaba utilizando los cadáveres de sus víctimas para convertirlos en polvo y elaborar sus mejores relojes, alguien tenía que pararle.
Sé que no me crees, como el resto, pensarás que soy una chalada sin sentido, que el miedo del exterior ha invadido mi mente pero, tranquilo, si estuviera loca no hubiera escrito este mensaje especialmente para ti. ¿Cómo iba a saber que revisarías las botas del violador? ¿Cómo me iba a imaginar que lo harías en la escena del crimen?
Todo estaba planeado Fuego, cerraste un perímetro en el que nadie entraría y te aseguraste de ser el único que revisaba el cadáver. ¿Y todo por qué? ¿Por una simple sonrisa?”
El General ascendió su mirada para observar las calles que le rodeaban, esperaba encontrar alguna mujer que le observara, alguien que lo estuviera estudiando,… pero allí no había nadie, solo estaba él.
“ Jajajajajaajaja, si pudieras verme ahora me estaría meando de la risa. Estaría pataleando en el suelo mientras me imagino buscándome por todos los recovecos. No, no, no… No estoy ahí Fuego, seguramente esté planeando mi siguiente movimiento, en unos minutos desde que leas estas líneas habrá otro asesinato.
Distrito 108 a las 14:00. Si corres quizá puedas encontrarme.”
La carta estaba firmada por una huella de sangre que, poco a poco se distorsionada para formar una sonrisa carmesí. Fuego actuó siguiendo el protocolo de emergencias, primero utilizó el transmisor para informar a sus hombres que sacaran el cadáver de Cristoff Bartom de allí. Segundos después ignoró el fuerte dolor que emergía de su espalda mientras dos alas de aspecto demoníaco. Y con solo una sacudida se elevó en el aire y emprendió un fugaz vuelo.
Los grandes edificios no eran más que un problema para emprender un vuelo entre los distritos de nivel medio. Habían sido construidos sin ningún tipo de protocolo de arquitectura avanzada, como en los distritos altos. La verdad iba más allá, los primeros doscientos distritos no estaban preparados para tener vigilancia aérea, pues, pasara lo que pasase, el Gran Gobernador Ner le daba prioridad a los distritos ricos, donde él vivía.
El uniforme de los soldados era negro, pero el de los Generales, el de Fuego, era más del estilo de los marines espaciales. Trajes ajustados y negros acompañados de capas con destellos rojos, el traje no era más que un adorno, pues la verdadera protección estaba en toda la programación que tenían los filamentos que lo formaban.
Primero a la derecha, luego a la izquierda y después de nuevo a la derecha. En la parte más céntrica de los distritos se encontraba la plaza, en este caso era complicada de acceder, pues los edificios se agrupaban para formar un círculo alrededor de la misma. Algo que la criminal sabía, al igual que sabía que Fuego disponía de una forma voladora, un dato extraño pues solo los peores enemigos del gobierno se atrevían a desafiar al general hasta tal extremo, pero nunca vivían para contarlo.
El joven soldado descendió en una de las calles y ocultó sus alas para introducirse entre el bullicio de la gente la cual parecía haberse reunido en el momento justo para obstaculizarle. Todo estaba perfectamente planeado, un plan que seguramente hubiera costado más de una década, pues el flujo de los quetarianos eran tan imprevisible como desconcertantes.
Antros por aquí, humanos por allá. Quizá Fuego tuviera una venda que ocultaba sus ojos pero, el poder de visión que disponía era lo suficientemente potente como para no dejarse cegar por un mero trozo de tela. Ese eran los dos tipos de habitantes de Quetar, por un lado los antros: animales antropomórficos con costumbres humanas. Y los humanos corrientes, que la gran mayoría de ellos, por suerte, no tenía costumbres animales.
-¡Ayúdenme!-gritó una mujer abrazada a su marido el cual estaba empapado en sangre y con un rostro torcido por una gran sonrisa.
-¡Apártense todos!-gritó Fuego con una voz clara y directa-¿Qué ha ocurrido? ¡Reporte!-
-¡Por favor sálvele!
-Argh… sentimientos…-protestó Fuego mientras accionada el transmisor-General Fuego informando. Asesinato en el distrito 108. Necesito que envíen un grupo de anti disturbios y despejen la plaza.
Antes de que pudiera cerrar la comunicación, un grupo de soldados con escudos aparecieron en medio de la plaza. Se encargaron de alejar a los curiosos de la escena del crimen mientras Fuego colocaba la mano sobre la mujer del asesinado y se encargada de descifrar todos los registros de memoria.
La mujer permaneció inmóvil y estupefacta mientras miles de imágenes pasaban desapercibidas por el interior de sus ojos. Leer la mente no era algo simple, al contrario, cada ciudadano tenía una forma de ver las cosas, de recordarlas, y Fuego se estaba encargando de traducirlas a su propio idioma mental para poder ver lo ocurrido.
Para su sorpresa las cosas estaban peor de lo esperado, no había nada que pudiera decirle quien había sido el criminal. Los recuerdos estaban más que claros, una sombra oscura apareció riendo a carcajada limpia en el centro de la plaza, utilizó su ametralladora para perforar el cuerpo del hombre y se marchó sin dejar rastro. Solo había una única razón que explicara lo sucedido, el criminal había ocultado su presencia y había acabado con su víctima antes de que nadie pudiera darse cuenta.
Fuego se incorporó y analizó la plaza con velocidad, el asesino tenía que estar por allí cerca, el asesino había sido reciente. Pero no había nadie, ni oculto, ni al descubierto. Los soldados habían sellado en forma de perímetro el escenario de tal manera que nadie pudiera salir, ni entrar.
El general Fuego no comprendía nada, no tuvo otra opción. Pidió a los antidisturbios que se llevaran a la mujer de la víctima y que pidió que le dejaran estudiar el perímetro sin problemas, que nadie salvo él se acercara. Sacó el calzado del asesinado, esta vez un antropomórfico de jabalí, y extrajo una carta muy similar a la del caso anterior. La misma huella ensangrentada, la misma sangre,… pero no parecía ser sangre fresca.
“Vaya, casi me pillas. Jajajajajaja Parece que estas cerca de encontrarme pero aún es pronto General Fuego. ¿Qué pretendes hacerme? ¿Te pondrás encima de mí y me exigirás explicaciones mientras me destrozas el rostro?”
Fuego parecía estar perdiendo la cordura, pues esa era la escena que se estaba imaginando. La criminal estaba creando el caos en Quetar y eso era una violación de leyes muy grave. Llegado a este punto solo le esperaba la ejecución, ni siquiera tenía derecho a un juicio. Los testigos testificarían en su contra fingiendo haberla visto y confirmando su culpabilidad.
“Dime una cosa ¿Qué recuerdas de tu vida pasada? ¿Sólo tu servicio como soldado de la milicia de Ner verdad? Pues déjame sacarte de las sombras, Fuego, antes de ser un soldado fuiste un ciudadano más. ¿Qué? ¿Crees que miento?
Te conozco, te conozco desde hace mucho antes de que fueras el general que todos conocen. Si no ¿Cómo iba a saber que podías volar? Si no… ¿Cómo sabrías que oculto mis mensajes en las botas de mis víctimas? La respuesta está muy clara, y aunque te duela admitirlo,… también me conoces”
No podía ser real, las cosas que estaban sucediendo, esas palabras escritas con sangre, todo tenía que ser fruto del Comando Mental. Soldados capacitados para modificar la mente de la gente, no se basaban solo en traducir la memoria de sus víctimas, si no que intercambiaban sus propios mensajes para alterar los registros de las personas, fueran antros o humanos. Tenía que ser eso,… tenían que estar jugando con él… una prueba más quizá.
“No pertenezco al gobierno… ya no. No soy una asesina cualquiera Fuego, si no, puedes confirmarlo. Este gilipollas se llama Pesho, uno de los traficantes más peligrosos de los barrios medios. ¿Qué? ¿Qué cómo no lo podías saber? ¿Quizá porque los de arriba no te cuentan todo?
El mundo no es como lo vemos Fuego, deberías de saberlo, tu que ocultas tu mirada tras una venda roja, algo que yo te regalé.
Jajajajajaja Puedo imaginarme tu rostro descolocado,… ¡Ah no! ¡Se me olvidaba! Ya no sientes como nosotros… ahora solo eres un arma.
Tus suposiciones son ciertas, Fuego, introduzco mis mensajes en el calzado de las víctimas antes de que se realice el asesinato. Mucho antes de que decidan ponerse esos zapatos. ¿Cómo lo hago? … te lo responderé con otra pregunta… ¿Cómo puedes volar?”
-Modificaciones,…-dijo Fuego mientras sentía como su corazón se estremecía, como su parte más humana gritaba desde el interior de su cuerpo de soldado -Modificaciones militares.
“Llegados a este punto en el que no sabes en quién confiar… te haré una última pregunta ¿Crees que existe un verdadero peligro al otro lado de Draekan? ¿O quizá tu gran gobernador Ner lo utiliza para mantener a su Quetar entre rejas? … unas rejas que los ciudadanos aceptan con orgullo.
Antes de que lo preguntes a la nada,… no voy a seguir con este juego… te dejaré verme. Si quieres ejecutarme me dejaré con una gran sonrisa… pero si, por el contrario, piensas creerme te invito a que dejes tu transmisor sobre este asqueroso jabalí.
Distrito 189, a las 20:00 h. Lloverá, asique tápate. No queremos que la venda se moje, eso obstaculizaría tu gran poder de visión”
Y de nuevo la huella se convirtió en una gran sonrisa. El General Fuego estaba confuso, no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo. Siempre había seguido las órdenes del gran gobernador Ner, siempre, nunca le había llevado la contraria, por eso, quizás por eso, todos le respetaban y le llamaban superior. Nadie dudaba de él, nadie dudaría de él, era el mejor, con creces, y ser la mano derecha de Ner estaba muy cerca. ¿Qué haría? ¿Qué podía hacer? ¿Perseguir a una loca? ¿Reportar al gobierno y ganar un ascenso?
Podía haber activado el transmisor, podía haber informado de todo aquello, podían localizar a la asesina vía satélite y eliminarla con solo accionar un botón pero… ¿qué pasaría después? Esa fue una de las razones que le condujeron a quitarse el transmisor de la oreja y dejarlo sobre el cadáver del jabalí. La otra, su corazón no dejaba de latir nervioso, ardiente de saber más sobre la criminal. Su piel no se erizaba, ni siquiera sudaba. Podía haberse quitado la venda de los ojos y haber meditado mejor pero,… sabía que si lo hacía todas las modificaciones biológicas que tenía se activarían a la vez y le transformarían en el monstruo que habían hecho de él.
Esa era la verdadera labor de la venda, le permitía concentrarse en lo que pensaba y no despistarse con el resto. Sin la venda, no solo escucharía todo el caos de Quetar, si no que se vería obligado a ponerle remedio. Como le dijo el gobierno una vez, la venda potencia tus habilidades, pues permite concentrarte en lo que quieres hacer: vista, oído, olfato,… si se la quitaba, todo eso se convertiría en uno solo.
Decidió aislarse en lo más alto de uno de los edificios. Sus alas de aspecto demoníaco eran bastante efectivas, le daban la agilidad aérea que un ciudadano de a pie solo imaginaria. Tumbado, allí, mirando como las nubes digitales ocultaban el campo de fuerza que siempre los había protegido. De repente algo se introdujo en su cabeza, un pensamiento que jamás se hubiera esperado.
Extendió sus alas, y empuñó su hoja láser y curvada, un arma que muy pocos podrían disfrutar, un regalo del gobernador. Ascendió kilómetros y kilómetros hasta que los ciudadanos pasaron a ser hormigas, y no antropomórficas. Los edificios no parecían más que guijarros y Quetar se mostraba como una gran playa de fina arena. Desde allí, por encima de las nubes digitales, podía ver más que las estrellas, podía ver las galaxias que rodeaban Draekan, todas ellas repletas de planetas destruidos. El joven general se sintió aliviado, aliviado al ver como las historias que siempre le habían contado tenían su propia credibilidad. Los planetas habían sido destruidos por el enemigo, eso quería decir que realmente había un enemigo.
Poco a poco y sin sentir miedo, acercó su hoja hasta el campo de fuerza que solamente se podía vislumbrar con unos ojos modificados. Acercó su arma y esperó una descarga, algo que le indicara que aquella protección era invencible, algo que le dijera que estaba cometiendo una violación de las leyes. Pero algo extraño ocurrió, algo que provocó que su corazón se estremeciera aterrado, la espada atravesó lo que había parecido un campo de fuerza. Todo lo que una vez fue ahora se convertía una membrana endeble de energía que no le ponía límites a su espada.
-No puede ser,…-habló el general mientras sacaba las manos al otro lado de la membrana. Entonces pudo ver algo, la galaxia de planetas destruidos no se veía igual a través de la parte que estaba tocando, que estaba atravesando. Y llegó más allá, arriesgó un poco más, extrajo la cabeza a la superficie, dónde muchos tenían prohibido, al menos no en tiempo de guerra.
Su venda se empapó en lágrimas, una muestra de debilidad para un soldado, una muestra de humanidad. Allí fuera no había planetas destruidos ni indicios de naves enemigas, solo había galaxia y planetas intactos. A simple vista unos parecían ser habitables, no todos, pero algunos sí.
-Estará loca,…-susurró-Pero no miente.
Quiso descender a Quetar, quiso penetrar la base del gobernador Ner, pero no le iba a ser fácil, sabía que, si lo hacía, miles de soldados arrasarían con él. Seguro le ejecutaban con la peor de los castigos, el ser desprendido del propio corazón. Un corazón que Ner mostraría a modo de trofeo y de aviso al resto de revolucionarios, como llevaba haciendo durante años.
Pero los sentimientos de humanidad no se acabaron con simples lágrimas de decepción, si no que se complementaban por un fuerte sentimiento de esperanza. Los ojos ocultos de Fuego ahora se habían quedado perplejos sobre una nave, un barco galáctico que parecía viajar de un planeta a otro. Se concentró para potenciar su vista y observó un logo en la nave, una imagen que le indicaba que aquel barco era un mercado andante, alguien que se encargaba de abastecer diferentes planetas. Había vida allí fuera, vida que era eliminada si se acercaban a Draekan .
No le quedaba otra opción, como la criminal había dicho, el general fuego estaba saliendo de las sombras que le habían rodeado desde hace décadas. Descendió, de nuevo, a la ciudad, tenía que ser puntual si quería ver a la criminal a tiempo, si quería decirle todo lo que sentía.
El Distrito 189 estaba demasiado tranquilo. Las primeras gotas de lluvia azotaron las alas de Fuego cuando llegó a la plaza, el que había deducido como punto de encuentro, una costumbre quetariana, citarse en las plazas de los distritos.
No había nadie, ni humanos, ni antros. Algo extraño estaba ocurriendo, y no hacía falta ser un soldado modificado para saberlo. En medio de la lluvia Fuego pudo observar como cien soldados le encerraron en un perímetro. Soldados que habían descubierto su pensamiento revolucionario el cual le condenaba a la no existencia.
-General Fuego-gritó uno de ellos-Por órdenes directas del Gran Gobernador Ner, debe venir con nosotros al Centro de Restablecimiento Moral. Si se niega no tenemos limitaciones a la hora de abrir fuego.
-¡Nos están engañando!-gritó-¡No os dais cuenta! ¡Nos lavan el cerebro para convertir la ciudad en una cárcel! No,… ¡El planeta entero es una prisión! ¡He visto vida al otro lado al otro! ¡En la superficie! ¡Nos engañan con una holografía en el cielo!
-Pensamientos revolucionarios confirmados-dijo uno de los soldados, el general Tora, un humano de cabello verde y largos cuernos de ciervo-Protocolo de eliminación activado. Abran fuego.
Y como si fueran máquinas de matar, los soldados apretaron el gatillo de sus armas de fuego láser. La muerta estaba al borde, Fuego no podía hacer nada, tortuga asesina era una técnica que nadie podía esquivar. Entonces se llevó una sorpresa, alguien agarró su cintura, alguien no más alto que él y con un arma que les superaba en tamaño.
El cañón apunto al suelo y se accionó provocando un fuerte pitido en los oídos. Fuego se elevó en el cielo junto al desconocido sin necesidad de usar sus alas, observó cómo los soldados se mataban entre ellos pues la tortuga asesina había fallado. Una técnica mortal, solo utilizada contra enemigos que hacían peligrar la vida del gobernador, un error conllevaba al suicido, pero todos habían sido preparados para eso.
-El pitido se marchará dentro de poco-habló una voz femenina mientras su arma les propulsaba por la ciudad hasta los distritos más bajos.
Fuego se quedó boquiabierto, ella era un antro, un animal antropomórfico de hiena, alguien que no dejaba de sonreír, como sus víctimas. A pesar de no pertenecer a su misma especie había algo en ella que le llamada enormemente la atención, algo que le volvía más humano.
-No tenemos mucho tiempo-habló la hiena desde el tejado de un edificio-Vendrán a exterminarnos, eso tenlo por seguro.
-Me has salvado…-dijo Fuego-¿Por qué?
Pero la criminal estaba en lo cierto, no tenían mucho tiempo, no disponían de él. Diez robots del tamaño de diez quetarianos dispararon sus cañones. Sin pensárselo dos veces, Fuego, agarró la cintura de la hiena y batió sus alas demoníacas para esquivar los ataques. Había llegado el momento de devolverle el favor.
-¡Ve al río!-gritó ella-¡Ganaremos tiempo! ¡Confía en mí!
¿Qué iba a hacer si no? Ya no tenía nada que perder,… en realidad sí,… su corazón. Voló todo lo rápido que pudo hasta el puente que separaba Quetar en dos partes. La hiena depositó su petate sobre el suelo, una mochila repleta de armas. Las que parecían ser sus preferidas se trataban de un cañón que lanzaba algo más que cohetes y una metralleta pesada que disparaba fuego láser.
-Elige la que quieras-dijo-Aunque siempre preferiste las armas de filo…
-¿Siempre preferí?-preguntó confuso.
-¿Qué?-sonrió la criminal-¿Qué he dicho?
-¡Estoy harto de las mentiras!-gritó fuego mientras agarraba su cuello y la arrastraba hasta la pared de la parte baja del puente-¡¿Qué sabes de mí?!
La rabia embriagaba sus dedos, el miedo erizaba su piel, el odio bloqueaba sus pensamientos y las ansias de matar se fijaban en sus ojos. Estaba apretando demasiado, incluso, a través del pelaje oscuro de la hiena, su piel se podía ver morada.
-Argh… mierda-dijo Fuego soltándola.
El día que insistía en cambiar su vida para siempre no parecía dejar de albergar sorpresas. Sin pensarlo dos veces, la hiena, se abalanzó sobre los labios y los devoró de forma apasionada. Fuego se sintió extraño, tan extraño que apenas se podía imaginar besando a un animal, pero lejos de la incomodidad el saber de los besos de la antro le trajeron recuerdos que parecían haberse depositado en el lugar más insólito de su cerebro.
“Nuestra historia siempre será hermosa, tan hermosa como injusta y sangrienta. Tu nombre resonaba entre las tropas de la milicia de Ner, Fuego, el criminal más buscado de Quetar. Dicen que acabaste con veinte soldados de una sola sentada, sin esfuerzo, sin modificaciones en tu cuerpo. Una cifra que, según iban pasando los días, iban aumentando.
Pero nunca nadie supo la verdadera historia, la verdadera razón por la que acabaste con ellos, aunque realmente solo fueron cinco, al menos cuando yo lo vi. Yo estaba allí, encapuchada y en los distritos donde nunca jamás se me había permitido estar.
Pero yo era así, y lo sigo siendo, no podía permitir que las familias pobres vivieran tiranizadas por la guardia de Ner, mi padre. Jane era mi nombre, y era la hija del gran gobernador, pero por ser mujer nunca sería su sucesora. Respetaba las opiniones de mi padre pero no me gustaba la forma de sus soldados.
Y fue esa noche, una noche que pronto se convertiría en mi pesadilla. Bajé a escondidas a los distritos más pobres y me interpuse entre el arma de un soldado y una víctima. Los cinco me agarraron y me alejaron de allí, me enceraron en un almacén e iniciaron lo que sería una violación.
Tú te interpusiste, obviamente ni tu ni ellos sabían quién era, pero te interpusiste. Desarmaste a uno y desmembraste al resto. Lo hiciste como si me conocieras de toda la vida, a las semanas el país entero te buscaba, incluso yo. Nos juntamos muchas veces para conocernos, me hablaste de la oscuridad de tu vida, y yo nunca te hablé de la mía.
Eliminaste a tus enemigos como si hubieras nacido para ellos y me enamoré perdidamente de ti. Te dije que lo nuestro no podía seguir, te dije quién era y no te pareció importar.
Estuvimos meses sin vernos, utilizábamos mensajeros. Las pautas eran simples, el mensajero iba al punto de encuentro y sonreía de oreja a oreja, cuando lo hacía indicaba que había llegado la hora de recoger el mensaje. Así pues se quitaba el calzado y hacía entrega de una carta escrita con papel tradicional, siempre con tita roja, una tinta que desaparecía cuando era leída.
Todo parecía estar saliendo perfecto pero no pudiste detenerte, eras incapaz de solo imaginarme. Viniste al edificio del gobernador, arriesgaste tu vida por verme una noche más y te descubrieron. Todos pensaron que venías a matarme y tú no te resististe, no te zafaste de sus cadenas, solo querías verme.
La ejecución se televisó por todo Quetar. Mi padre extrajo tu corazón de tu cuerpo y lo enseñó a modo trofeo, el pueblo entero se horrorizó y le juró lealtad, como en cada Ejecución Roja. Entonces sentí como mi propio corazón se helaba, se congelaba tanto que amenazaba con matarme.
No podía vivir sin ti, me hizo falta verte morir para darme cuenta. Así que ordené a los del Departamento de Sanación que restituyeran tu vida, que recuperaran tu estado físico antes de la extracción de tu corazón. Fueron claros con la explicación, y fueron sinceros pues sabían que era capaz de apretar el gatillo del arma, no tenía ningún interés en mantenerlos con vida si no me eran útiles.
En secreto trabajaron para mí, analizaron los corazones de sus pacientes para hallar uno que fuera compatible con el tuyo. Pero el tiempo se acababa y sentía que mi vida expiraba con cada minuto que te veía inerte. Mi prueba fue perfecta, mi corazón era idóneo para sustituir el tuyo. Entonces me tumbé en la camilla y dejé salir mi vida mientras, antes de soltar mi último aliento, veía como exhalabas el primero.
Ner supo de los sanadores, alguien se había ido de la lengua y ahora el Gran Gobernador veía como su hija daba su vida por un criminal. Yo morí para él como hija, pero Ner se encargó de que una nueva criminal sufriera su castigo. Consiguió un corazón para mí y restituyó mi vida, modificó mi cuerpo humano con millones de agujas y sueros convirtiéndome en el antro que ahora ves.
Dijo que si volvía a los distritos altos sería ejecutada, que si salía de los distritos pobres sería ejecutada y que si me veía, fuera o no por casualidad, se encargaría personalmente por mí. Hubiera sido fácil suicidarme, solo tenía que convertirme en una asesina y dejar que los soldados acabaran conmigo, pero el dolor era más fuerte. Jane murió en la camilla y Hielo emergió en los primeros distritos.
Primero sufrí por el castigo, luego me acostumbré a él. Las injusticias eran demasiadas en las calles y no podía dejar que los delincuentes se marcharan con vida. Traficantes, ladrones, violadores,… todos morían bajo mi pata. No dejé un cadáver, siempre fui limpia y nunca levanté sospechas.
Pero entonces te vi,… eras tú,… el amor que nunca jamás podría tener… el nuevo soldado de Ner, el General Fuego. Te observé todo lo que pude, eras mortal, eras fuerte, habías sido modificado y habían borrado los recuerdos de tu vida pasada. Mi corazón volvió a llorar una vez más, prefería verte muerto a verte así.
Me esforcé por estudiar las artes de la mente, y descubrí que si estimulaba tus recuerdos estos volverían. Mi última ficha,… un beso”
-Ahora estás de vuelta-habló Hielo entre sollozos mientras se separaba del soldado.
-Prometo no marcharme-dijo Fuego devolviéndole el beso, ya no le importaba su apariencia, solo le importaba su ser.
Los soldados les encontraron pero no iban a perder sin luchar, ahora estaban armados hasta las trancas. Disparos, estocadas, sangre y pasión. No había más sentimientos en el fragor de la batalla, no había más objetivos que una vida juntas, que el amor que sentían el uno hacia el otro.
Fuego había visto vida fuera de Draekan. Hielo no quería vivir más allí.
“De dos vidas salieron una historia. De una historia salió una leyenda. Muchos tienen sus retratos en sus casas. En especial en Gran Gobernador Ner, el cual piensa buscarlos por toda la galaxia hasta encontrarles. Aunque creo que ya es demasiado tarde. Nunca nos encontrará. Vencimos al enemigo y escapamos de la garra de Ner. Di mi corazón por la persona a la que amaba, y ahora nadie podría separarnos”
-Hielo-
Bueno amigos, ¡Por fin está aquí! El Trade para :hielodogwolf: una trepidante historia futurista medio furresca medio humana. Ella dijo que quería regalárselo a su chico, que quería que fuera romántico. ¡No pude hacer menos! ¡Quise que fuera la mejor historia de amor jamás contada! ¡Un amor que ni mil ríos de sangre, ni mil galaxias enteras podrá deteener!
Espero que le encante tanto como a mí. Y espero que mis seguidores se sientan más seguidores que nunca. También espero haber dado la talla.
Jane

Hielo

Fuego

Art by

Relato

Category Story / Fantasy
Species Unspecified / Any
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AL FIN PUEDO HACERLO OFICIAL!
FELICIDADES CARIÑOTI SI LO ESTÁS LEYENDO.
Aunque esto es solo un dia fijo de fecha fija, para mí cada dia contigo para mi es muy especial.
Daría mil vueltas al mundo en busca de mil y un regalos solo por verte sonreír. No me importaría ser la mujer mas ocupada del mundo solo para ver que lo tienes todo. No me importaria sacrificar todo lo poco que tengo por verte disfrutar de la vida, ver esos ojos llenos de luz y esa sonrisota que tanto me enamora. Por eso muchas veces te echo para que no seas bobo :P Tienes ahi a tus maps y tienes ahi a tu hermano y tu familia, disfrutala. Se que tu también quieres lo mejor para mi, pero empiezo a ser autónoma e independiente y a buscar la felicidad que me falta por otros medios sin importarme lo que me falta y valorar lo que de verdad ahí está.
Quiero que sepas que no me arrepiento de nada salvo de ser una regañona gruñona y timida, Que eres el amor de mi vida y que no me arrepiento y no siento miedo cuando te llamo prometido de frente. No tengo miedo de nada salvo de que te vayas. Eres el pilar básico de mi vida y creo que sin ti no estaría avanzando sola como ahora lo estoy haciendo, dejando atrás mis miedos y confiando en mí misma.
Se que para ti lo de menos es el regalo, se que prefieres el detalle y que cualquier cosa que yo haga por ti y para ti te gustará. De hecho, te da igual, sé que ahora mismo pensarás: oh, qué pocholina es....que ganas tengo de apapacharla....
Nada de lo que te diga va a ser relvante, porque siempre trato de decirtelo en cada gesto, en cada mirada y en cada abrazo.
ME DEJO DE TOSTONES, TE AMO BICHO. ERES EL COLOR PRIMARIO MOTOR DE MI CORAZÓN DIBUJADO EN BLANCO Y NEGRO!
Para toda la vida, ¡ya tengo ganas de disfrutar de otra de nuestras aventurillas juntos por la vida caminando! Siempre tengo ganas de vivir a tu lado.
(Lo sientoooo nil ;_; siento escribir esto en tu submissioooon TT, que me da la lloriquera sensiblona escribiendo para mi potorri D:)
FELICIDADES CARIÑOTI SI LO ESTÁS LEYENDO.
Aunque esto es solo un dia fijo de fecha fija, para mí cada dia contigo para mi es muy especial.
Daría mil vueltas al mundo en busca de mil y un regalos solo por verte sonreír. No me importaría ser la mujer mas ocupada del mundo solo para ver que lo tienes todo. No me importaria sacrificar todo lo poco que tengo por verte disfrutar de la vida, ver esos ojos llenos de luz y esa sonrisota que tanto me enamora. Por eso muchas veces te echo para que no seas bobo :P Tienes ahi a tus maps y tienes ahi a tu hermano y tu familia, disfrutala. Se que tu también quieres lo mejor para mi, pero empiezo a ser autónoma e independiente y a buscar la felicidad que me falta por otros medios sin importarme lo que me falta y valorar lo que de verdad ahí está.
Quiero que sepas que no me arrepiento de nada salvo de ser una regañona gruñona y timida, Que eres el amor de mi vida y que no me arrepiento y no siento miedo cuando te llamo prometido de frente. No tengo miedo de nada salvo de que te vayas. Eres el pilar básico de mi vida y creo que sin ti no estaría avanzando sola como ahora lo estoy haciendo, dejando atrás mis miedos y confiando en mí misma.
Se que para ti lo de menos es el regalo, se que prefieres el detalle y que cualquier cosa que yo haga por ti y para ti te gustará. De hecho, te da igual, sé que ahora mismo pensarás: oh, qué pocholina es....que ganas tengo de apapacharla....
Nada de lo que te diga va a ser relvante, porque siempre trato de decirtelo en cada gesto, en cada mirada y en cada abrazo.
ME DEJO DE TOSTONES, TE AMO BICHO. ERES EL COLOR PRIMARIO MOTOR DE MI CORAZÓN DIBUJADO EN BLANCO Y NEGRO!
Para toda la vida, ¡ya tengo ganas de disfrutar de otra de nuestras aventurillas juntos por la vida caminando! Siempre tengo ganas de vivir a tu lado.
(Lo sientoooo nil ;_; siento escribir esto en tu submissioooon TT, que me da la lloriquera sensiblona escribiendo para mi potorri D:)
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