
Me alejé de todos y de todos. No quise avisar a nadie, solo quería estar solo. La ciudad se alzaba frente a mí, con miles de antros que caminaban de un lado a otro persiguiendo sus quehaceres. Pasé inadvertido entre la multitud, recorrí las calles para acceder a otras menos transitadas. Primero giré a la derecha, luego dos veces la izquierda, me introduje en un parque abandonado y descuidado, crucé el puente que pasaba por encima de un canal de aguas fecales y estancadas.
Crucé el marco de lo que parecía ser la puerta de una cabaña semiderruida y abrí lo que parecía una puerta secreta en el centro de dónde estaría el salón. Caminé en la oscuridad, conociendo cada uno de los metros que formaban el pasillo que recorría en mi soledad. No me importó que el polvo ensuciara mi cabello color jade, no esta vez. Reprimí alguna que otra lágrima mientras los recuerdos de la decepción azotaban mis pensamientos, a traición y en medio de las sombras. Una pequeña luz se dibujó al final del pasillo, una luz que me conduciría a dónde siempre había ido cuando me sentía así. Aunque habían sido pocas veces, el camino lo recordaba como conocía la palma de mis manos.
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? ¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? ¿Quién lloraría mi final?
Los escombros se apilaban a ambos lados de lo que parecía ser un pueblo abandonado y tocado por las guerras del pasado. No había ningún sonido, ningún ruido, nada que pudiera sacarme de mi más intrínseca soledad. Me acerqué a un pozo, el cual había abastecido familias con su agua y que ahora se mantenía vacío, me deslicé a través de una cuerda gruesa y desgastada hasta llegar al fondo. Quité unas cuantas piedras y saqué un carcaj con flechas y un arco de metal.
-Sigues aquí amigo-susurré mientras me lo colgaba al hombro y ascendía de nuevo por el único superviviente de la guerra del pasado.
Caminé por las calles de escombros y me situé frente a los humanoides de paja, muñecos que había hecho tiempo atrás. Allí estaban, me habían estado esperando todo este tiempo, dispuestos a pasar por frío y tormentas solamente por mí. Cargue una flecha, tensé la cuerda y disparé.
-La primera en la cabeza-susurré sin mostrar sentimiento alguno, como si aquello lo hubiera hecho tantas veces que ahora carecía de diversión alguna.
Cargué un nuevo proyectil de madera y metal, tensé la cuerda con mis dedos, besé las plumas de la flecha y solté la cuerda. El disparo emitió un potente silbido mientras mis dedos sentían el tacto de la rozadura de la cuerda. La flecha impactó en el corazón del segundo ciudadano de paja.
Cargué unas, tercera y cuarta flechas, acaricié la afilada punta con el contorno de mi dedo y disparé sin piedad alguna impactando en los ojos de los muñecos. Elaboré una reverencia a las víctimas y caminé hacia ellos para recoger los proyectiles. Alivié el dolor de mis amigos y guardé las flechas en el carcaj, el tiempo pasaba y el sol descendía, debía darme prisa si quería tener luz suficiente como para alumbrar mi camino de regreso al bullicio de la ciudad.
Descendí por la cuerda del pozo y oculté el arco y las flechas como siempre lo había hecho. Comencé a ascender con maestría y, antes de que pudiera darme cuenta, justo cuando podía visualizar la salida de aquel lugar, la cuerda decidió terminarse de pudrir y arrojarme al vacío de la que sería mi prisión.
El impacto fue brutal, el golpe en la cabeza fue tal que comencé a marearme mientras la luz se tornaba gris avisándome de que la noche era la única que iba a venir a recogerme. Clavé mis uñas en las rocas del pozo para intentar iniciar el ascenso de nuevo, pero el musgo y el moho insistían en querer dejarme allí abajo. Tomé la cuerda que me había fallado y lo más fuerte que pude, algo que fue inútil pues parte de ella se había quedado atada en la parte alta del pozo.
Empezaba a hacer frío y estaba perdiendo todas esperanzas de salir de allí. Este iba a ser mi final, y ni siquiera nadie se había percatado de mi ausencia. Me senté en el suelo, abracé mis piernas y apoyé mi cabeza en ellas. Cerré los ojos, si iba a morir allí preferiría hacerlo dormido. Tarareé una melodía, la de mi canción favorita, más que la oscuridad lo que más miedo me daba era la soledad y el silencio. Nunca esperé morir sólo, pero el destino había hablado.
Esta vez no pude reprimir las lágrimas, no pude aliviar la pena que sentía. Poco a poco me iba sintiendo vacío, sin nada por lo que luchar, sin nadie a quien acudir. Algo me abrazaba, algo muy parecido a la muerte. Seguí tarareando, cada vez más fuerte mientras mis dientes castañeaban. Mis ropas y mi pelaje de panda no era nada comparado con el frío de aquella noche.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos horas, y las horas mi final. Mi voz se empezó a apagar, mi aliento a disminuir, no podía respirar. Los párpados pesaban demasiado, tanto que no podía abrirlos. Las primeras gotas de lluvia golpearon mis orejas, iba a morir el día más frío del verano y ni siquiera había cumplido mis sueños.
Siempre quise viajar a aquellos sitios a los que jamás había ido. Siempre había querido despedirme de la gente que una vez me importó. No lo entendía, ¿Qué había hecho mal? Siempre había tratado con afecto a aquellos que no me habían hecho daño.
Pero ahora…
Ahora nada importaba…
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? ¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? ¿Quién lloraría mi final?
De repente escuché como la melodía de mi canción favorita, la melodía que había estado tarareando esquivaba las gotas de lluvia y se abalanzaba sobre mí. Me sentía empapado, no me había percatado pero el agua estaba empezando a estancarse en el pozo, mi cintura estaba casi cubierta.
-¿Nil?-escuché mi nombre.
Pero no pude ni sacar un hilillo de voz. Miré hacia arriba mientras me incorporaba débilmente, me apoyó sobre las paredes repletas de musgo y aparté mi flequillo de mis ojos verdes. La lluvia me golpeaba sin piedad mientras una voz femenina y aterciopelada emergía una vez más para nombrarme.
-¡¿Nil?!
Ella apareció sin previo aviso, justo cuando me debatía entre desaparecer o seguir con vida. Sus largas orejas, su hocico, su flequillo negro… facciones que solo podían pertenecer a una mestiza de felino y lobo.
-Sky…-dije torpemente sin poder moverme.
-¡Panda tonto!-gritó ella horrorizada por lo que sus ojos veían-¡¿Qué haces aquí?!
No lo vi con certeza, pero sentí como algunas de esas gotas que caían sobre mí no eran de lluvia, si no sus lágrimas. Se alzó hacia delante y estiró su brazo para intentar atraparme, pero fue un acto inútil. Se dio cuenta de la estupidez de sus cuando se percató de que estaba demasiado débil.
Cogió su móvil navegó a través de su pantalla y comenzó a gritar:
-¡Lo he encontrado! ¡Está donde la práctica de tiro!-y su voz se ahogó en las lágrimas-¡Por favor! ¡Daros prisa! ¡Es más grave de lo que pensábamos!
¿Con quién hablaba? ¿Quién me echaba de menos? ¿Quién había notado mi ausencia?
-¡Nil aguanta por favor!-gritó Sky mientras golpeaba el pozo-¡Solo un poco más!
El agua cubría mi torso, mi voz no podía decir nada, me hubiera gustado decir miles de cosas, o al menos darle las gracias a Sky por haber estado ahí cuando yo pensé que no. Me hubiera gustado decirle que no se preocupara, que todo estaría bien, que no me dolía, que estaba bien… pero no pude.
El agua me cubría el cuello, los labios, el hocico,… los ojos y finalmente todo mi cuerpo de panda. En la profundidad del pozo escuché como Sky gritaba sin descanso, incluso pude ver (algo borroso) como intentaba alcanzarme de nuevo. No iban a llegar a tiempo, mi tiempo aquí ya había expirado.
De repente sentí como algo impactaba en el agua, Sky se había lanzado para sacar mi cabeza fuera de ella. Se estaba esforzando porque el aire llegara a mis pulmones. Su cuerpo se agitaba con fuerza, nerviosa, jadeante, estaba dándolo todo por mantenerme en la superficie, aunque eso produjera que ella tuviera que sumergirse algunas veces para coger fuerza de nuevo.
No podía moverme, ella ya lo hacía por mí. No podía gritar, ella lo hacía por mí. No podía llorar, ella también lo hacía.
-Solo un poco más-me susurraba una y otra vez-Tienes que salir de esta ¿vale? Jugaremos a la consola, comeremos pastas de té,… te llevaré a la playa… ¡Venga Nil! ¡Te voy a llevar a la playa!
Esbocé una sonrisa mientras sentía como mi cuerpo pesaba más y más. Escuché gritos de otros que no conseguí reconocer, mi cuerpo empezó a alejarse del agua mientras el sentía el suelo firme sobre mi espalda.
Sentí palpitaciones en mi pecho, alguien intentaba hacerme la reanimación cardio pulmonar,… o sacarme el agua de los pulmones. Unos labios, que mis labios reconocieron, sellaron mi boca y me dieron oxígeno. Las palpitaciones se repitieron una y otra vez, después su boca me daba aire.
Tosí para sacar toda el agua que se había colado en mi cuerpo de panda. Abrí los ojos débilmente y observé como Oterry, mi conejo blanco de pelo azul, me miraba con un gesto torcido por la pena y el dolor, por el miedo al haberme perdido. La hiena Hielo se había encargado de las palpitaciones, también estaba triste, la única vez que la había visto llorar.
Sentí como mi corazón se estremecía, pues tanto el conejo como la hiena habían dejado sus diferencias a un lado. Habían dejado su enemistad, al menos durante un momento, para trabajar codo con codo por mí.
Luka, el gato de pelo rosa, también había venido. Sus manos se encargaban de que mi cabeza no tocara el suelo. Él no dijo nada, solo lloraba, sus manos temblaban aterradas.
-¿Sky?-pronuncié torpemente.
-Ella está bien-dijo Hielo mientras la miraba.
Axl, el lobo, la mantenía arropada con unas mantas para evitar que cogiera una pulmonía. En la lejanía escuché el tintineo de la campana de una bicicleta, alguien más se acercaba corriendo, con grandes orejas blancas y verdes, alguien que traía comida comida y bebidas calientes para ayudarnos, a todos, a soportar el frío de la noche… Mtraon.
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? Ellos
¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? Ellos
¿Quién lloraría mi final? Ellos
El fulgor del té caliente penetró mi gaznate mientras Oterry me abrazaba y me envolvía con sus mantas. Sky me miraba sonriente y un tanto débil, se alegraba de que estuviera bien, como el resto. Axl nos llevaba, en su furgoneta, a casa de Luka, Hielo lo había decidido hoy pasaríamos la noche allí. Ninguno se atrevía a dejarme solo, de nuevo, ni siquiera Mtraon, el cual había dejado todas sus obligaciones por mí.
He pasado por malos días, solo hay que leer mi último Journal. Pero al final me siento mucho mejor. A veces a un se le olvida el apoyo que tiene a su alrededor. Y se que soy muchos, solo es que he querido dedicarle estas líneas a ELLOS. Gracias por estar ahí aunque no os lo pido.
Nil
nilpanses
Oterry de Alreos
oterry
Sky
aishawild
Hielo
hielodogwolf
Luka
luka02
Axl
derkiel
Dan y dibujo
mtraon
Crucé el marco de lo que parecía ser la puerta de una cabaña semiderruida y abrí lo que parecía una puerta secreta en el centro de dónde estaría el salón. Caminé en la oscuridad, conociendo cada uno de los metros que formaban el pasillo que recorría en mi soledad. No me importó que el polvo ensuciara mi cabello color jade, no esta vez. Reprimí alguna que otra lágrima mientras los recuerdos de la decepción azotaban mis pensamientos, a traición y en medio de las sombras. Una pequeña luz se dibujó al final del pasillo, una luz que me conduciría a dónde siempre había ido cuando me sentía así. Aunque habían sido pocas veces, el camino lo recordaba como conocía la palma de mis manos.
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? ¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? ¿Quién lloraría mi final?
Los escombros se apilaban a ambos lados de lo que parecía ser un pueblo abandonado y tocado por las guerras del pasado. No había ningún sonido, ningún ruido, nada que pudiera sacarme de mi más intrínseca soledad. Me acerqué a un pozo, el cual había abastecido familias con su agua y que ahora se mantenía vacío, me deslicé a través de una cuerda gruesa y desgastada hasta llegar al fondo. Quité unas cuantas piedras y saqué un carcaj con flechas y un arco de metal.
-Sigues aquí amigo-susurré mientras me lo colgaba al hombro y ascendía de nuevo por el único superviviente de la guerra del pasado.
Caminé por las calles de escombros y me situé frente a los humanoides de paja, muñecos que había hecho tiempo atrás. Allí estaban, me habían estado esperando todo este tiempo, dispuestos a pasar por frío y tormentas solamente por mí. Cargue una flecha, tensé la cuerda y disparé.
-La primera en la cabeza-susurré sin mostrar sentimiento alguno, como si aquello lo hubiera hecho tantas veces que ahora carecía de diversión alguna.
Cargué un nuevo proyectil de madera y metal, tensé la cuerda con mis dedos, besé las plumas de la flecha y solté la cuerda. El disparo emitió un potente silbido mientras mis dedos sentían el tacto de la rozadura de la cuerda. La flecha impactó en el corazón del segundo ciudadano de paja.
Cargué unas, tercera y cuarta flechas, acaricié la afilada punta con el contorno de mi dedo y disparé sin piedad alguna impactando en los ojos de los muñecos. Elaboré una reverencia a las víctimas y caminé hacia ellos para recoger los proyectiles. Alivié el dolor de mis amigos y guardé las flechas en el carcaj, el tiempo pasaba y el sol descendía, debía darme prisa si quería tener luz suficiente como para alumbrar mi camino de regreso al bullicio de la ciudad.
Descendí por la cuerda del pozo y oculté el arco y las flechas como siempre lo había hecho. Comencé a ascender con maestría y, antes de que pudiera darme cuenta, justo cuando podía visualizar la salida de aquel lugar, la cuerda decidió terminarse de pudrir y arrojarme al vacío de la que sería mi prisión.
El impacto fue brutal, el golpe en la cabeza fue tal que comencé a marearme mientras la luz se tornaba gris avisándome de que la noche era la única que iba a venir a recogerme. Clavé mis uñas en las rocas del pozo para intentar iniciar el ascenso de nuevo, pero el musgo y el moho insistían en querer dejarme allí abajo. Tomé la cuerda que me había fallado y lo más fuerte que pude, algo que fue inútil pues parte de ella se había quedado atada en la parte alta del pozo.
Empezaba a hacer frío y estaba perdiendo todas esperanzas de salir de allí. Este iba a ser mi final, y ni siquiera nadie se había percatado de mi ausencia. Me senté en el suelo, abracé mis piernas y apoyé mi cabeza en ellas. Cerré los ojos, si iba a morir allí preferiría hacerlo dormido. Tarareé una melodía, la de mi canción favorita, más que la oscuridad lo que más miedo me daba era la soledad y el silencio. Nunca esperé morir sólo, pero el destino había hablado.
Esta vez no pude reprimir las lágrimas, no pude aliviar la pena que sentía. Poco a poco me iba sintiendo vacío, sin nada por lo que luchar, sin nadie a quien acudir. Algo me abrazaba, algo muy parecido a la muerte. Seguí tarareando, cada vez más fuerte mientras mis dientes castañeaban. Mis ropas y mi pelaje de panda no era nada comparado con el frío de aquella noche.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos horas, y las horas mi final. Mi voz se empezó a apagar, mi aliento a disminuir, no podía respirar. Los párpados pesaban demasiado, tanto que no podía abrirlos. Las primeras gotas de lluvia golpearon mis orejas, iba a morir el día más frío del verano y ni siquiera había cumplido mis sueños.
Siempre quise viajar a aquellos sitios a los que jamás había ido. Siempre había querido despedirme de la gente que una vez me importó. No lo entendía, ¿Qué había hecho mal? Siempre había tratado con afecto a aquellos que no me habían hecho daño.
Pero ahora…
Ahora nada importaba…
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? ¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? ¿Quién lloraría mi final?
De repente escuché como la melodía de mi canción favorita, la melodía que había estado tarareando esquivaba las gotas de lluvia y se abalanzaba sobre mí. Me sentía empapado, no me había percatado pero el agua estaba empezando a estancarse en el pozo, mi cintura estaba casi cubierta.
-¿Nil?-escuché mi nombre.
Pero no pude ni sacar un hilillo de voz. Miré hacia arriba mientras me incorporaba débilmente, me apoyó sobre las paredes repletas de musgo y aparté mi flequillo de mis ojos verdes. La lluvia me golpeaba sin piedad mientras una voz femenina y aterciopelada emergía una vez más para nombrarme.
-¡¿Nil?!
Ella apareció sin previo aviso, justo cuando me debatía entre desaparecer o seguir con vida. Sus largas orejas, su hocico, su flequillo negro… facciones que solo podían pertenecer a una mestiza de felino y lobo.
-Sky…-dije torpemente sin poder moverme.
-¡Panda tonto!-gritó ella horrorizada por lo que sus ojos veían-¡¿Qué haces aquí?!
No lo vi con certeza, pero sentí como algunas de esas gotas que caían sobre mí no eran de lluvia, si no sus lágrimas. Se alzó hacia delante y estiró su brazo para intentar atraparme, pero fue un acto inútil. Se dio cuenta de la estupidez de sus cuando se percató de que estaba demasiado débil.
Cogió su móvil navegó a través de su pantalla y comenzó a gritar:
-¡Lo he encontrado! ¡Está donde la práctica de tiro!-y su voz se ahogó en las lágrimas-¡Por favor! ¡Daros prisa! ¡Es más grave de lo que pensábamos!
¿Con quién hablaba? ¿Quién me echaba de menos? ¿Quién había notado mi ausencia?
-¡Nil aguanta por favor!-gritó Sky mientras golpeaba el pozo-¡Solo un poco más!
El agua cubría mi torso, mi voz no podía decir nada, me hubiera gustado decir miles de cosas, o al menos darle las gracias a Sky por haber estado ahí cuando yo pensé que no. Me hubiera gustado decirle que no se preocupara, que todo estaría bien, que no me dolía, que estaba bien… pero no pude.
El agua me cubría el cuello, los labios, el hocico,… los ojos y finalmente todo mi cuerpo de panda. En la profundidad del pozo escuché como Sky gritaba sin descanso, incluso pude ver (algo borroso) como intentaba alcanzarme de nuevo. No iban a llegar a tiempo, mi tiempo aquí ya había expirado.
De repente sentí como algo impactaba en el agua, Sky se había lanzado para sacar mi cabeza fuera de ella. Se estaba esforzando porque el aire llegara a mis pulmones. Su cuerpo se agitaba con fuerza, nerviosa, jadeante, estaba dándolo todo por mantenerme en la superficie, aunque eso produjera que ella tuviera que sumergirse algunas veces para coger fuerza de nuevo.
No podía moverme, ella ya lo hacía por mí. No podía gritar, ella lo hacía por mí. No podía llorar, ella también lo hacía.
-Solo un poco más-me susurraba una y otra vez-Tienes que salir de esta ¿vale? Jugaremos a la consola, comeremos pastas de té,… te llevaré a la playa… ¡Venga Nil! ¡Te voy a llevar a la playa!
Esbocé una sonrisa mientras sentía como mi cuerpo pesaba más y más. Escuché gritos de otros que no conseguí reconocer, mi cuerpo empezó a alejarse del agua mientras el sentía el suelo firme sobre mi espalda.
Sentí palpitaciones en mi pecho, alguien intentaba hacerme la reanimación cardio pulmonar,… o sacarme el agua de los pulmones. Unos labios, que mis labios reconocieron, sellaron mi boca y me dieron oxígeno. Las palpitaciones se repitieron una y otra vez, después su boca me daba aire.
Tosí para sacar toda el agua que se había colado en mi cuerpo de panda. Abrí los ojos débilmente y observé como Oterry, mi conejo blanco de pelo azul, me miraba con un gesto torcido por la pena y el dolor, por el miedo al haberme perdido. La hiena Hielo se había encargado de las palpitaciones, también estaba triste, la única vez que la había visto llorar.
Sentí como mi corazón se estremecía, pues tanto el conejo como la hiena habían dejado sus diferencias a un lado. Habían dejado su enemistad, al menos durante un momento, para trabajar codo con codo por mí.
Luka, el gato de pelo rosa, también había venido. Sus manos se encargaban de que mi cabeza no tocara el suelo. Él no dijo nada, solo lloraba, sus manos temblaban aterradas.
-¿Sky?-pronuncié torpemente.
-Ella está bien-dijo Hielo mientras la miraba.
Axl, el lobo, la mantenía arropada con unas mantas para evitar que cogiera una pulmonía. En la lejanía escuché el tintineo de la campana de una bicicleta, alguien más se acercaba corriendo, con grandes orejas blancas y verdes, alguien que traía comida comida y bebidas calientes para ayudarnos, a todos, a soportar el frío de la noche… Mtraon.
¿Quién iba a extrañar a un panda de pelo verde? Ellos
¿Quién iba a notar una ausencia en medio de la multitud? Ellos
¿Quién lloraría mi final? Ellos
El fulgor del té caliente penetró mi gaznate mientras Oterry me abrazaba y me envolvía con sus mantas. Sky me miraba sonriente y un tanto débil, se alegraba de que estuviera bien, como el resto. Axl nos llevaba, en su furgoneta, a casa de Luka, Hielo lo había decidido hoy pasaríamos la noche allí. Ninguno se atrevía a dejarme solo, de nuevo, ni siquiera Mtraon, el cual había dejado todas sus obligaciones por mí.
He pasado por malos días, solo hay que leer mi último Journal. Pero al final me siento mucho mejor. A veces a un se le olvida el apoyo que tiene a su alrededor. Y se que soy muchos, solo es que he querido dedicarle estas líneas a ELLOS. Gracias por estar ahí aunque no os lo pido.
Nil

Oterry de Alreos

Sky

Hielo

Luka

Axl

Dan y dibujo

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