BUSCANDO EL PARAISO.
Capitulo 1.- “en el infierno”
Alguna ves fue el legendario héroe de la tierra del crepúsculo, el guerrero oblivion; quien lucho contra los mas grandes y temibles monstruos, rescato princesas y venció al ejercito del rey nomo con un solo movimiento de su espada; hoy todas esas glorias no eran mas que recuerdos. los oráculos profetizaron la destrucción de la tierra de Uldra y todos sus habitantes; toda su gente puso su fe y sus esperanzas en su campeón, pero el armagedón llegó y el héroe nada pudo hacer para evitarlo. Ahora oblivion estaba muerto, lo sabía, este lugar debía ser el infierno; -el único castigo que podría merecer un héroe mediocre- se decía así mismo mientras recorría los pasillos de aquel enorme y siniestro laberinto, sin embargo, no parecía estar solo, alguien, o algo, lo seguía. No estaba seguro, era algo que no podía ver o tocar, pero podía sentir; aquel frenesí sangriento que inundaba los campos antes de una enorme batalla, era un sentimiento que el conocía muy bien. Y estaba seguro que aquel caería sobre el en cualquier momento. A lo lejos una figura corría a toda prisa en dirección de oblivion, la figura era perseguida por enormes criaturas de apariencia canina revestidas con una especie de armadura ósea, los monstruos corrían por las paredes y el techo del laberinto, al acercarse mas a la persona perseguida, el héroe noto que se trataba de un joven conejo de color rosa, instintivamente se puso delante de este, y colocando su mano en el tatuaje de su pecho, extrajo de si mismo una enorme mandoble, con la que despacho rápidamente a las monstruosas bestias. Acto seguido como si fuese a clavar la espada en su propio corazón, la devolvió al lugar de donde la saco en el tatuaje de su pecho -estas bien?- pregunto al conejo que yacía en el suelo, perplejo por la escena que acababa de contemplar. -¿por qué hiciste eso, quien demonios eres, que es esa espada?- respondió alterado. -tranquilo- respondió Obli -primero explícame que pasa aquí-. -no, yo exijo una explicación- contesto el conejo enojado -sabes lo que acabas de hacer? Esos eran los perros de tindalos, las mascotas del diablo, ahora no se lo que pasara- se tiró de rodillas en el suelo. -no podía dejar que te hicieran daño- dijo el guerrero. -No entiendes? Estamos muertos, aunque me hagan daño no pasaría nada- respondió -entonces por que corrías de ellos?-. -ah- suspiro el conejo. -mi nombre es Maxi, y al igual que tu estoy aquí por los pecados que cometí cuando estaba vivo, fui condenado a ser devorado una y otra ves durante toda la eternidad por los perros de tindalos-. Que fue lo que hiciste?- pregunto Obli. -deje entrar al paraíso a alguien que estaba condenado al infierno- respondió Maxi -veras, yo antes era el encargado de abrir las puertas del paraíso-. -como es eso?- inquirió perplejo el yakigato -cuando nací vine al mundo con el poder de ver todo aquello que a los ojos mortales permanece oculto, puertas, secretos, todo lo que puedas imaginar, por eso fui asignado para esa tarea- explico tranquilo. -y esa persona que dejaste entrar, era alguien que querías mucho cierto?- dijo Obli. -eres perspicaz eh?- respondió el conejito -así es se trataba de una persona a quien yo amaba mucho, y si viniendo al infierno se que el esta bien, lo acepto... Es solo que... Ya no lo pude soportar- la voz de Maxi comenzaba a entre cortarse. -por eso escapabas- señalo el héroe -no te culpo, creo que nadie vivo o muerto merece recibir tal castigo por toda una eternidad- decía mientras le ofrecía una mano para ayudarle a levantarse. - de verdad te enseñaron a ser un héroe en tu mundo no?- dijo Maxi, al tiempo que se ponía de pie -en mi mundo?- respondió confundido el gato. - ah de verdad no sabes nada cierto? Todos venimos de diferentes mundos, pero al final solo un destino se comparte para todos y este es la muerte, cuando morimos, todos los seres de los distintos mundos somos enviados según nuestras vidas aquí, el infierno, donde solo existe el castigo eterno; el purgatorio, un lugar neutral, en donde no hay tristeza pero tampoco alegría, y por ultimo esta el paraíso, el lugar ideal en cualquiera de las formas que te puedas imaginar.- explico. -Somos juzgados?- preguntó Obli aun algo incrédulo. -acabas de morir hace poco cierto? Es probable que no lo recuerdes, pero cuando moriste fuiste juzgado por tres sujetos, ellos son los jueces de la vida, ellos deciden a donde va la gente al morir- aclaro Maxi. -pero si ellos rigen el mundo, para que necesitan a alguien como tu?- parecía que cada ves que el conejito explicaba algo confundía mas al héroe. -no ellos no rigen el mundo, solo la muerte, de hecho no pueden interactuar con el mundo material, ni con los tres reinos del inframundo, por eso necesitan gente como yo en el mundo material, y como el diablo o dios aquí en el mundo de los muertos- intento aclarar una ves mas. -hay otros como tu?- pregunto Obli. -bueno, no como yo, pero hay por ejemplo asesinos como aquel que me mato para que los jueces pudieran enviarme aquí, lo único que recuerdo es que se llamaba Drakul- al pronunciar estas palabras parecía haber rencor en los ojos de Maxi, -ah- suspiro. -pero ya nada tiene importancia, ahora sin los perros de tindalos quien sabe que clase de castigo nos impondrá el señor del infierno- dijo consternado. De pronto los pasillos, columnas, escaleras, y bóvedas de aquel enorme laberinto comenzaron a moverse y a cambiar su forma alrededor de ellos adoptando la forma de un enorme salón, adornado con exquisitas telas de colores exóticos, y alfombrado con pieles de lo que parecían ser enormes bestias; en el centro del salón, en un enorme trono de oro, se encontraba sentada una figura ataviada igual de extravagantemente que el recinto, y a su lado, encadenado al trono, un joven zorro. -Oblivion, fracasado paladín de Uldra, y Maxi, traidor guardián de las puertas del cielo; han osado desafiar los designios mas altos, han osado asesinar a los perros de tindalos. Yo, Silver Janus, señor del infierno, me encargare de que su castigo sea mil veces peor que cualquier dolor que hayan experimentado antes.
Fin del capitulo uno.
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Capitulo 1.- “en el infierno”
Alguna ves fue el legendario héroe de la tierra del crepúsculo, el guerrero oblivion; quien lucho contra los mas grandes y temibles monstruos, rescato princesas y venció al ejercito del rey nomo con un solo movimiento de su espada; hoy todas esas glorias no eran mas que recuerdos. los oráculos profetizaron la destrucción de la tierra de Uldra y todos sus habitantes; toda su gente puso su fe y sus esperanzas en su campeón, pero el armagedón llegó y el héroe nada pudo hacer para evitarlo. Ahora oblivion estaba muerto, lo sabía, este lugar debía ser el infierno; -el único castigo que podría merecer un héroe mediocre- se decía así mismo mientras recorría los pasillos de aquel enorme y siniestro laberinto, sin embargo, no parecía estar solo, alguien, o algo, lo seguía. No estaba seguro, era algo que no podía ver o tocar, pero podía sentir; aquel frenesí sangriento que inundaba los campos antes de una enorme batalla, era un sentimiento que el conocía muy bien. Y estaba seguro que aquel caería sobre el en cualquier momento. A lo lejos una figura corría a toda prisa en dirección de oblivion, la figura era perseguida por enormes criaturas de apariencia canina revestidas con una especie de armadura ósea, los monstruos corrían por las paredes y el techo del laberinto, al acercarse mas a la persona perseguida, el héroe noto que se trataba de un joven conejo de color rosa, instintivamente se puso delante de este, y colocando su mano en el tatuaje de su pecho, extrajo de si mismo una enorme mandoble, con la que despacho rápidamente a las monstruosas bestias. Acto seguido como si fuese a clavar la espada en su propio corazón, la devolvió al lugar de donde la saco en el tatuaje de su pecho -estas bien?- pregunto al conejo que yacía en el suelo, perplejo por la escena que acababa de contemplar. -¿por qué hiciste eso, quien demonios eres, que es esa espada?- respondió alterado. -tranquilo- respondió Obli -primero explícame que pasa aquí-. -no, yo exijo una explicación- contesto el conejo enojado -sabes lo que acabas de hacer? Esos eran los perros de tindalos, las mascotas del diablo, ahora no se lo que pasara- se tiró de rodillas en el suelo. -no podía dejar que te hicieran daño- dijo el guerrero. -No entiendes? Estamos muertos, aunque me hagan daño no pasaría nada- respondió -entonces por que corrías de ellos?-. -ah- suspiro el conejo. -mi nombre es Maxi, y al igual que tu estoy aquí por los pecados que cometí cuando estaba vivo, fui condenado a ser devorado una y otra ves durante toda la eternidad por los perros de tindalos-. Que fue lo que hiciste?- pregunto Obli. -deje entrar al paraíso a alguien que estaba condenado al infierno- respondió Maxi -veras, yo antes era el encargado de abrir las puertas del paraíso-. -como es eso?- inquirió perplejo el yakigato -cuando nací vine al mundo con el poder de ver todo aquello que a los ojos mortales permanece oculto, puertas, secretos, todo lo que puedas imaginar, por eso fui asignado para esa tarea- explico tranquilo. -y esa persona que dejaste entrar, era alguien que querías mucho cierto?- dijo Obli. -eres perspicaz eh?- respondió el conejito -así es se trataba de una persona a quien yo amaba mucho, y si viniendo al infierno se que el esta bien, lo acepto... Es solo que... Ya no lo pude soportar- la voz de Maxi comenzaba a entre cortarse. -por eso escapabas- señalo el héroe -no te culpo, creo que nadie vivo o muerto merece recibir tal castigo por toda una eternidad- decía mientras le ofrecía una mano para ayudarle a levantarse. - de verdad te enseñaron a ser un héroe en tu mundo no?- dijo Maxi, al tiempo que se ponía de pie -en mi mundo?- respondió confundido el gato. - ah de verdad no sabes nada cierto? Todos venimos de diferentes mundos, pero al final solo un destino se comparte para todos y este es la muerte, cuando morimos, todos los seres de los distintos mundos somos enviados según nuestras vidas aquí, el infierno, donde solo existe el castigo eterno; el purgatorio, un lugar neutral, en donde no hay tristeza pero tampoco alegría, y por ultimo esta el paraíso, el lugar ideal en cualquiera de las formas que te puedas imaginar.- explico. -Somos juzgados?- preguntó Obli aun algo incrédulo. -acabas de morir hace poco cierto? Es probable que no lo recuerdes, pero cuando moriste fuiste juzgado por tres sujetos, ellos son los jueces de la vida, ellos deciden a donde va la gente al morir- aclaro Maxi. -pero si ellos rigen el mundo, para que necesitan a alguien como tu?- parecía que cada ves que el conejito explicaba algo confundía mas al héroe. -no ellos no rigen el mundo, solo la muerte, de hecho no pueden interactuar con el mundo material, ni con los tres reinos del inframundo, por eso necesitan gente como yo en el mundo material, y como el diablo o dios aquí en el mundo de los muertos- intento aclarar una ves mas. -hay otros como tu?- pregunto Obli. -bueno, no como yo, pero hay por ejemplo asesinos como aquel que me mato para que los jueces pudieran enviarme aquí, lo único que recuerdo es que se llamaba Drakul- al pronunciar estas palabras parecía haber rencor en los ojos de Maxi, -ah- suspiro. -pero ya nada tiene importancia, ahora sin los perros de tindalos quien sabe que clase de castigo nos impondrá el señor del infierno- dijo consternado. De pronto los pasillos, columnas, escaleras, y bóvedas de aquel enorme laberinto comenzaron a moverse y a cambiar su forma alrededor de ellos adoptando la forma de un enorme salón, adornado con exquisitas telas de colores exóticos, y alfombrado con pieles de lo que parecían ser enormes bestias; en el centro del salón, en un enorme trono de oro, se encontraba sentada una figura ataviada igual de extravagantemente que el recinto, y a su lado, encadenado al trono, un joven zorro. -Oblivion, fracasado paladín de Uldra, y Maxi, traidor guardián de las puertas del cielo; han osado desafiar los designios mas altos, han osado asesinar a los perros de tindalos. Yo, Silver Janus, señor del infierno, me encargare de que su castigo sea mil veces peor que cualquier dolor que hayan experimentado antes.
Fin del capitulo uno.
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